Yaguarete: Guardianas del yaguareté: tres mujeres que dejaron todo para liderar el esfuerzo por recuperar al gran felino argentino


30 de noviembre de 2025 • LA NACION
En los sitios más amenazados del país, coordinan proyectos claves para salvar una especie en extinción; ayer fue el día de concientización sobre este valioso animal •  

Diana Friederich, Magalí Longo y Débora Abregú 
 En la Argentina, el yaguareté sigue en peligro crítico de extinción. 
No se sabe con exactitud cuántos ejemplares quedan, pero se estima que no superan los 250. Durante décadas fueron cazados y expulsados por la expansión agrícola en las selvas del norte. 
Para generar conciencia sobre su importancia, ayer, como todos los 29 de noviembre, se conmemoró el Día Internacional del Yaguareté. 
Con menos de 250 ejemplares en el país, el yaguareté atraviesa un momento crítico 
 En ese sentido, quienes trabajan en su protección, preservación y recuperación sostienen que todavía hay mucho por hacer y también avances concretos. 
Existen varias iniciativas dedicadas a su conservación, aunque una ha ganado especial visibilidad: el programa de reintroducción liderado por Fundación Rewilding Argentina. En los puntos más sensibles, tres mujeres jóvenes encabezan ese esfuerzo. 
Dejaron atrás la vida urbana para acompañar el regreso del yaguareté en tres regiones claves: el bosque chaqueño, los esteros del Iberá y las yungas salteñas. 
Son Débora Abregú, Magalí Longo y Diana Friederich. 
Diana nunca se sintió parte de la ciudad. “Siempre fui un bicho raro en Buenos Aires”, admite desde un cuarto diminuto en plena selva salteña. 
Hace poco más de un año se convirtió en coordinadora del proyecto y vive en una carpa. 
“Acá es como vivir en una nube. 
Siempre estamos mojados”, describe. 
Aun así, no cambiaría nada. 
Diana Friederich, coordinadora del proyecto de conservación en las yungas salteñas
Cortesía 
 Ella nació en el norte bonaerense y asistió a un colegio alemán hasta los 12 años. 
Su padre, a quien define como “un corajudo”, decidió junto a su madre dejar una vida cómoda para sumarse al primer proyecto de la fundación en los esteros del Iberá. 
“De una casa llena de lujos pasamos a un rancho de adobe sin agua caliente. De casualidad teníamos una heladera.
Éramos siete en una casita diminuta”, recuerda.                                         
Creció entre exploradores que buscaban reintroducir al yaguareté. 
Tras un breve regreso a Buenos Aires, se fue a Sudáfrica a estudiar conservación y luego volvió a Iberá para seguir, a su manera, el legado familiar. A Diana lo que más le fascina es explorar.                             Se despierta antes del amanecer, revisa cámaras trampa y recorre la selva. 
Ella y su equipo detectaron huellas de 13 yaguaretés, aunque aún no vieron ninguno en persona. Están cerca del nacimiento del río Bermejo, una verdadera autopista para estos felinos, que pueden llegar caminando hasta Paraguay o Brasil.
Muchos, no obstante, son cazados o quedan atrapados en los últimos fragmentos del bosque chaqueño. Uno de sus principales refugios es el Parque Nacional El Impenetrable, a orillas del Bermejo. 
Allí vive y trabaja Débora, coordinando a un equipo de 30 personas bajo el sol brutal chaqueñ.
En verano, esta zona registra algunas de las temperaturas más altas del país: máximas por encima de 46°C y mínimas nocturnas en torno de los 32°C. Cordobesa, lleva más de cinco años en el lugar, aunque el calor aún la despierta al amanecer. 
La estación en el Parque Nacional El impenetrable donde trabaja Débora AbregúHernan Zenteno - La Nacion/Hernan Zenteno 
Hoy coordina el proyecto de conservación allí, pero llegó como voluntaria, cuando todavía no se había avistado un solo yaguareté en el parque. 
Conoció al primero que llegó y participó de un experimento inédito: unir a un macho salvaje con una hembra criada en cautiverio. 
Fue polémico, pero exitoso: dio lugar al primer nacimiento en décadas. 
“Nadie lo había intentado antes. Estudiamos todo, vimos que se llevaban bien y funcionó”, cuenta. Para ella, el yaguareté es el símbolo de lo recuperable: “Representa el monte mismo”. Pero los riesgos persisten. 
Hace menos de un mes, la fundación dio por muerta a Acaí, una joven liberada en octubre. Su collar apareció bajo las aguas del Bermejo después de semanas de búsqueda. 
Ahora, la Administración de Parques Nacionales (APN) anunció una recompensa de $250 millones para quienes aporten información sobre su paradero. 
Sin ella, la población chaqueña no supera los diez individuos. Débora monitorea a diario a los ejemplares con collar y trabaja con las comunidades cercanas. 

Cree que el miedo sigue siendo uno de los motores de la caza. “La educación ambiental es clave. Doy charlas en escuelas y eventos”, explica. Aun así, ve cambios. “Antes había más miedo y desconocimiento. 
Hoy la gente hace esculturas, banderas, canciones. 
Tiene unas ganas tremendas de ver un yaguareté en vivo”, añade. 



 Magalí Longo, coordinadora de conservación en los esteros del Iberá, en CorrientesCortesía Como Débora, Magalí también siente que su trabajo es una forma de “salvar el mundo”. 
Vive en los esteros del Iberá, en la isla San Alonso, Corrientes. 
Lleva ocho años allí y no piensa irse. Reconoce que dejó atrás mucho:
 “Estás sola en una provincia, lejos de tu cultura. Santa Fe tiene la suya y yo crecí ahí. Pero Corrientes es un país aparte: su música, sus bailes, sus costumbres. 
Me envolvió por completo”. Llegó a los 26 y hoy, a los 34, ve cómo el cariño por el yaguareté creció. Hay pueblos y locales que llevan su nombre.
 “La gente lo adoptó como un héroe. Y eso es parte del trabajo –dice–. Me despierto y siento que mi vida tiene sentido: estoy ayudando a recuperar una especie que se había extinguido hace 70 años y hoy volvió”.

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