Mar Menor (En la costa del Mediterraneo) Cómo el Mar Menor pasó de ser un paradisíaco destino en el Mediterráneo a una laguna de aguas verdes
Cómo el Mar Menor pasó de ser un paradisíaco
destino en el Mediterráneo a una laguna de aguas verdes
- BBC en español
- Miguel Ángel
Esteve Selma*
- The
Conversation
Trabajadores municipales recogiendo peces muertos en la playa del Mar Menor el pasado 21 de agosto. FUENTE DE LA IMAGEN,REUTERS.
El Mar Menor es una de las mayores
lagunas litorales del Mediterráneo y ocupa unas 13.500 hectáreas de la costa de
la Región de Murcia, en España.
Hasta hace apenas un lustro se
caracterizaba por unas aguas hipersalinas y cristalinas que lo diferenciaban de
otras muchas lagunas litorales europeas de aguas turbias y salobres.
Esa transparencia era fruto de unas
aguas oligotróficas (escasez de nutrientes) y permitía la existencia de una
laguna controlada por el fitobentos (las comunidades de plantas ancladas en el
sedimento lagunar) al llegar la luz al fondo sin problemas.
Antes de la crisis actual, el Mar
Menor había sufrido la presión de la minería de metales, con vertidos masivos al principio
y drenaje de las estructuras mineras residuales después, y la de la actividad
urbanística y sus infraestructuras turísticas asociadas (urbanizaciones, playas
artificiales y puertos deportivos).
Estos factores alteraron la laguna,
pero su funcionamiento básico no cambió sustancialmente.
·
Consecuencias de la agricultura industrial
La presente crisis tiene sus
orígenes en la puesta en regadío de la mayor parte del campo de Cartagena tras
el Trasvase Tajo Segura, a principios de los 80.
En sucesivos periodos y con distinto grado de legalidad se incrementaron los regadíos hasta acercarse a las 60.000 hectáreas. Cada hectárea lagunar sufre la influencia de cuatro hectáreas de regadíos intensivos, ese es el ratio.
Vista del Mar Menor desde el espacio.
Los abonos (nitratos y fosfatos) se
vierten en las parcelas de cultivo, pero una parte termina por distintas vías
en la laguna y eutrofiza sus aguas (produce una sobreabundancia de nutrientes).
Se estima que del total de
nutrientes que llegan al Mar Menor, el 85% tiene su origen en la agricultura
industrial.
Durante varias décadas, el Mar
Menor fue capaz de absorber por tres vías esta entrada creciente de nutrientes,
en torno a 4.000-5.000 toneladas anuales de nitratos: desnitrificación en los
humedales, captura por el fitobentos y, muy secundariamente, explosión de plancton
gelatinoso (a finales de los 90 había más de 80 millones de medusas de gran
tamaño).
El fitobentos fue, con toda
seguridad, el mecanismo principal de resiliencia que mitigó durante dos décadas
la eutrofización.
Pero a finales de 2015 e inicios de
2016 todo cambió. Dichos mecanismos fueron incapaces de absorber más y más
nutrientes, especialmente los nutrientes adicionales de las salmueras tras la
desalobración de las aguas subterráneas.
Así, estos quedaron disponibles
para el plancton, y ese invierno -más cálido de lo normal- hubo una explosión
masiva de fitoplancton.
Los valores del parámetro
clorofila-a (que sirve para medir estos procesos) se dispararon. El
agua se puso turbia y dejó de llegar luz al fondo de la laguna.
Esta turbidez se alargó durante meses y las comunidades del fitobentos no fueron capaces de sobrevivir sin luz y murieron en un 85%.
Toda esa materia muerta (plantas y animales) demandó cantidades ingentes de oxígeno y todo ello derivó en unos primeros episodios de anóxia (ausencia de oxígeno). Cientos de caracolas (Hexaplex trunculus) salieron a la orilla para morir asfixiadas, junto con peces y otra fauna diversa.
El Mar Menor había cambiado
totalmente su funcionamiento. Ya no estaba controlado por el fitobentos. Ahora
el plancton de la columna de agua era el que metabolizaba los nutrientes
disponibles. Todo había cambiado. Adiós a las aguas cristalinas.
Un Mar Menor de aguas verdes
turbias y sedimentos pútridos había emergido para quedarse.
Los fondos a partir de los tres o
cuatro metros eran prácticamente anóxicos. Solo las partes más superficiales
mantenían ciertos niveles de oxigenación. La crisis eutrófica se había
manifestado. El colapso ambiental del Mar Menor era ya una realidad.
La nueva realidad del Mar Menor
Este nuevo Mar Menor
eutrófico es muy distinto en su ecología y mucho menos atractivo turísticamente.
La crisis ambiental arrastró al
sector turístico y a las pesquerías en un primer momento. Las fichas del dominó
ecológico se estaban precipitando.
Además, la capacidad de resiliencia
del Mar Menor (de admitir nutrientes sin grandes alteraciones) se redujo
drásticamente.
Con menos vertidos que antes, el
daño ahora es mayor, por lo que tenemos que ser aún más exigentes con los
drenajes agrarios.
Su vulnerablidad ante cualquier evento físico ocasional (riada, temperaturas máximas, etc.), aún dentro de la normalidad, es extrema.
Peces muertos en la costa del Mar Menor en Murcia.
La eutrofización crónica mantiene
al Mar Menor durante largos periodos en el límite de la hipóxia (en torno a los
5 mg/l de oxígeno disuelto) y cualquier factor externo, que antes no tenía
efectos significativos, produce de inmediato crisis anóxicas y
mortandades masivas de peces y todo tipo de invertebrados marinos.
El final del verano y el inicio del
otoño son especialmente críticos.
Con la incapacidad de los poderes
públicos murcianos de abordar el problema de los drenajes agrarios, ya
señalados hace veinte años por la comunidad científica como los causantes
últimos, hemos transformado un Mar Menor original, resistente y atractivo en
otro vulnerable, banal e inestable. Todo un éxito.
Y a todos los que hemos conocido el
Mar Menor en nuestra infancia y juventud se nos ha hurtado un importante
referente emocional. Estamos de duelo.
Olas de muerte
El 12 de octubre de 2019, tras un
episodio de lluvias torrenciales (DANA), vivimos una de las grandes mortandades
de la vida acuática en la laguna. En este caso, la gran cantidad de nutrientes
disponibles alimentaron frenéticamente la eutrofización.
Las aguas estratificadas producidas
por la entrada de aguas menos saladas en superficie produjo, además de la
anoxia habitual en las aguas más profundas, un proceso de euxinia, infrecuente
en estos lares, pero habitual en el mar Negro (muy eutrofizado) y en humedales
de menores dimensiones.
En condiciones anóxicas, los sulfatos asociados a la materia orgánica son utilizados por las bacterias del azufre como fuente de oxígeno liberando sulfuros, un tóxico de efectos mortales para la fauna acuática.
Algunas personas se manifestaron en defensa del Mar Menor durante el reciente Tour de España.
Estas aguas anóxicas y tóxicas
(repletas de sulfuros), que estaban en el fondo de la laguna, emergieron en
superficie tras unos vientos fuertes y constantes y sorprendieron a la fauna que
se había refugiado en esas aguas superficiales.
Las imágenes de los peces saltando
a la orilla de la laguna para morir se difundieron por todo el mundo. Un suicidio inducido vivido en
directo.
Ahora, a mediados de agosto, la
historia se repite. Un mar eutrófico, turbio, al borde de la hipoxia, es
incapaz de soportar unas temperaturas elevadas pero relativamente habituales
para la época, y la crisis anóxica se ha disparado.
Una tercera crisis de mortandad anunciada que refleja que poco o nada hemos hecho estos años anteriores para resolver el problema. Decenas de miles de peces y crustáceos bentónicos muertos en la cuenca sur por anoxia.
Es urgente aplicar ciertas medidas para mejorar el estado de la laguna y evitar que estos episodios se repitan todos los años:
- reducir la
superficie agraria intensiva, al menos las hectáreas de regadíos ilegales
(en torno a 10.000),
- rebajar los
aportes de nitratos y fosfatos por unidad de cultivo,
- renaturalizar
intersticialmente el Campo de Cartagena, mediante setos, revegetación de
lindes y recuperación de ramblas y ramblizos,
- retirar tierras
irrigadas de la periferia de la laguna y convertirlas en humedales para
que desnitrifiquen las descargas del acuífero,
- eliminar
nutrientes de las aguas superficiales mediante sistemas en serie de
biorreactores y humedales,
- hacer un
seguimiento exhaustivo de la recuperación natural del fitobentos,
comunidades filtradoras y sedimentos, para evaluar opciones de
restauración más activas,
- realizar todo
esto con una modelización integral del conjunto del socioecosistema (Mar
Menor y cuenca de drenaje) que permita evaluar de manera científicamente
robusta los costes efectividad de cada una de estas medidas.
Solo con estas acciones tendremos
una hoja de ruta consolidada que permita recuperar la laguna del Mar Menor en
todos sus compartimentos naturales y nos facilite los fondos europeos necesarios
para las inversiones que se van a precisar.
*Miguel
Ángel Esteve Selma es catedrático de Ecología en el Departamento de
Ecología e Hidrología de la Universidad de Murcia, España.
Este artículo apareció originalmente en The Conversation y se publica en BBC Mundo bajo licencia Creative Commons. Puedes leer la versión original aquí.
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