Extinción de los humanos: El hombre podría convertirse en una especie en vías de extinción
La caída de la población acaso sea el mayor desafío del siglo XX
La Nacion : 9 de julio de 2021 Carlos A. Mutto
El hombre, como otros seres vivos del
planeta, corre el riesgo de convertirse rápidamente en una especie en vías
de extinción. Esa hipótesis estremecedora fue expuesta por Alfonso Cuarón en su
film de ciencia ficción Niños del hombre. El director mexicano imaginaba en 2006 que la humanidad
–gangrenada por epidemias, guerras, hambre y terrorismo– había perdido la
principal facultad de supervivencia: su capacidad de reproducción.
En los últimos 15 años, esa
perspectiva fue desarrollada en términos más científicos por numerosos
estudios que desestimaron el mito alarmista de “explosión demográfica”,
alimentado desde fines del siglo XIX por los discípulos del economista
británico Thomas Malthus, que en su Ensayo sobre el principio de población
había proclamado su convicción de que una fecundidad más rápida que el aumento
de los recursos mantendría al mundo sumergido en la pobreza. Como ocurrió
varias veces en ese tema, los demógrafos efectuaron un nuevo giro de 180 grados
y adoptaron una reflexión opuesta que Charles Goodhart y Manoj Pradhan
definieron como The Great Demographic Reversal
(La gran reversión demográfica), titulo del
libro que publicaron en 2020.
La advertencia más seria en ese
sentido fue lanzada precisamente por Christopher Murray, profesor en la
Universidad de Washington, en Seattle, y director del Institute for Health
Metrics and Evaluation (IHME): en una proyección publicada en la revista The Lancet en julio de 2020,
pronostica que la población mundial, actualmente estimada en 7900 millones de
personas, alcanzará su pico en 2064 con 9700 millones. A partir de ese momento,
descenderá a 8800 millones a fin de siglo para seguir luego una curva
descendiente. La ONU, en cambio, predice que el límite se alcanzará a fin de
siglo con 13,3 millones de personas.
Las proyecciones del IHME prevén, en
concreto, que el índice de fecundidad pasará de 2,37 en 2017 a 1,66 a fin
de siglo, cifra insuficiente para asegurar el reemplazo de la población. Una
mirada retrospectiva muestra el tremendo alcance de esa inversión de tendencia:
hasta 1979, la tasa de fecundidad planetaria oscilaba en torno de 6 hijos por
mujer. Ahora es de 2,36, según la ONU. Estados Unidos y la mayoría de los
países europeos ya cayeron por debajo de 2,1, que representa la “tasa de
reemplazo” para mantener la población en el mismo nivel.
Esa nueva tendencia y el aumento de
la urbanización favorecieron un mayor acceso de la mujer a la educación,
al trabajo y a facilitar su inserción social. La baja de natalidad también fue
ayudada por la contracepción voluntaria y, sobre todo, por el espectacular
retroceso de la fertilidad masculina en Occidente. Un estudio de la revista
Human Reproduction Update reveló que la calidad y la concentración de
espermatozoides cayó en 59% en los últimos 40 años. Los hombres, al igual que
las mujeres, son cada vez más sensibles al impacto de los interruptores
endocrinos –presentes en alimentos, cosméticos, pesticidas y plásticos–, y las
ondas de los aparatos electrónicos, que perturban el equilibrio hormonal, más
el eventual consumo de alcohol, tabaco y drogas.
El retroceso de fecundidad es
particularmente inquietante en ciertos países que podrían perder hasta la
mitad de su población, incluyendo el gigante chino, que pasará de 1400 millones
actualmente a 732 millones en 2100. El mismo fenómeno amenaza a Alemania, que
podría bajar de 82 a 34 millones, Japón (de 127 a 56,8, su nivel de 1920),
España (de 47 a 23), Italia (de 61 a 30) y, en proporciones menores, también
experimentarán el mismo fenómeno Tailandia, Taiwán, Corea del Sur y Rusia.
El diagnóstico de la mayoría de
expertos coincide con los apocalípticos llamados de atención que
formula Christopher Murray, del IHME: “La tendencia actual es que, si las
mujeres mantienen el promedio actual de 1,5 hijos, será imposible mantener ese
ritmo porque, de lo contrario, al fin de cuentas no quedará más nadie sobre la
Tierra”, advirtió.
“El retroceso de la población
mundial, provocado por una disminución de la natalidad, será el mayor
desafío del siglo XXI”, sintetizaron los canadienses John Ibbitson y
Darrell Bricker en su libro Planeta vacío.
Los cálculos de población “reflejan
proyecciones falsas, con frecuencia originadas en la ideología del momento
o (de su autor)”, suele decir el demógrafo francés Hervé Le Bras. El más
célebre de esos episodios ocurrió tras la aparición del libro The Population Bomb (conocido
como La Bomba P), publicado en 1968 por Paul R. Ehrlich. Ese profesor de
Stanford pronosticaba que, si no se adoptaban urgentes medidas para limitar el
crecimiento demográfico, el mundo conocería una hambruna masiva y “millones de
muertos”. Sus predicciones, sin embargo, se revelaron falsas por haber
subestimado la revolución verde, que permitió mejorar la producción agrícola y
–en segundo lugar– la disminución del crecimiento demográfico en los países
desarrollados. Pero ese error estadístico provocó daños colaterales de
irreparables consecuencias: entre 1970 y 2010, millones de mujeres –y también
de hombres– fueron sometidos por gobiernos y organizaciones de planificación
familiar a programas de esterilización, mutilaciones y anticoncepción, en
muchos casos comparables a los métodos nazis. El expresidente peruano Alberto
Fujimori fue procesado por haber esterilizado contra su voluntad a 270.000
mujeres. Desmanes similares fueron perpetrados en otros países emergentes de
Asia, África y América Latina.
Contrariamente a la “explosión
demográfica”, que justificó centenares de estudios a lo largo del siglo XX, la
amenaza de un retroceso de la población mundial inquieta ahora a los expertos
por la magnitud de sus posibles derivaciones. Si se confirma esa tendencia de
fondo –sin precedentes en la historia mundial–, deberá ajustarse,
necesariamente, a una regla inmutable de la historia, pero esta vez a escala
planetaria: ningún país conoció jamás una prosperidad durable en período de
descenso demográfico.
Las consecuencias más inmediatas se
advertirán sobre los sistemas sociales, debido al envejecimiento de la
población, derivado del aumento de la esperanza de vida. Ese fenómeno inédito
amenaza con recortar las prestaciones, aumentar los impuestos y reclamará un
mayor esfuerzo de los jóvenes activos para financiar los regímenes de
jubilación y de salud. Semejante mecanismo desencadenará un círculo vicioso que
no solo provocará la contracción de las economías, sino que afectará a las
sociedades que no tendrán la vitalidad para inventar actividades y tecnologías
capaces de revigorizar el nivel de vida.
La alternativa consistiría en
estimular la fecundidad, pero la experiencia demuestra que es imposible
imponer políticas de natalidad desde el poder. El propio Stalin fracasó en
1944 cuando propuso la “medalla de la maternidad” a las madres que tuvieran al
menos siete hijos vivos y –a pesar de su generosa política de estímulo– el
régimen autoritario de Singapur tampoco pudo incitar a la procreación. Ninguno
de los tres esfuerzos promovidos en 40 años por Pekín logró entusiasmar a los
chinos. Después de su discutida doctrina del “hijo único” adoptada en 1980,
Pekín autorizó en 1984 a tener un segundo hijo y ahora aprobó la política del
tercer descendiente. Pero la población se declaró abrumadoramente en contra de
esa idea. Esas experiencias confirman al menos una cosa: el futuro de la
humanidad se decidirá en la alcoba, lejos del poder político.
Especialista en inteligencia
económica y periodista
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