“Tutankamón británico”: la historia del fascinante hallazgo que llegó a Netflix
BBC 30 de Enero de 2021
La historia de la nueva película de Netflix, La excavación, se basa en un descubrimiento real que hizo reescribir los libros de historia
Comenzaron con las primeras luces del día. Los más
fuertes de la guardia del rey, con los
músculos tensos y las ásperas cuerdas rozándoles, arrastraron el pesado barco de roble desde
el río hasta la orilla. Y luego, con el sol naciente quemando lentamente la
fría niebla de la mañana, levantaron
la embarcación sobre la llanura, hasta el pie de la colina.
La multitud que se encontraba en la ladera observó
en silencio cómo se acercaban a la cima y de ahí al cementerio reservado a los descendientes
reales del dios tuerto. Cuando se introdujo el navío en la zanja
preparada para tal fin, depositaron el ajuar funerario en la cámara sepulcral.
Una viuda interesada en el espiritismo, tenía un presentimiento sobre esos montículos. Se creía que eran de origen vikingo. Un huésped había visto una vez una figura fantasmal ente ellos, y existían viejas leyendas locales sobre tesoros enterrados
Luego se alzó un montículo sobre él. Y allí quedó
el barco, anclado en la tierra de la Anglia Oriental, pero viajando a través
del tiempo hasta que, trece siglos después, en vísperas de la Segunda Guerra
Mundial, un hombre llamado Basil
Brown lo descubrió.
El increíble hallazgo del apodado “el Tutankamón británico” es
el tema de La excavación,
la nueva película de Netflix que
adapta la novela homónima de John
Preston.
Sus estrellas, Ralph
Fiennes y Carey Mulligan, interpretan respectivamente al arqueólogo
autodidacta Brown y a Edith
Pretty, la terrateniente que lo contrató para excavar los misteriosos túmulos (montículos funerarios) en su finca de Sutton Hoo, con vistas al
río Deben, en Suffolk.
Pretty, una viuda interesada en el espiritismo,
tenía un presentimiento sobre esos montículos. Se
creía que eran de origen vikingo. Un huésped había visto una vez una
figura fantasmal entre ellos y existían viejas leyendas locales sobre tesoros
enterrados.
Un
inconformista de la arqueología
Brown era un hombre de Suffolk que había dejado la
escuela a los 12 años. Había sido trabajador agrícola y agente de seguros, pero
también había aprendido por su cuenta varios
idiomas, astronomía y arqueología.
Eso lo llevó a ser contratado como arqueólogo por
el Museo de Ipswich, que a su vez recomendó
a Pretty para que lo contratara. Comenzó en junio
de 1938 a trabajar en algunos de los montículos más pequeños, y
encontró pruebas de que habían sido asaltados por ladrones de tumbas, pero también halló un
disco de bronce que sugería que podían ser anteriores a la época vikinga.
Cuando empezó a trabajar en el más grande, en el
verano de 1939, mientras se acercaban los nubarrones de la guerra,
enseguida halló fragmentos de hierro que
identificó como remaches de barco. Y entonces lo encontró: un asombroso barco de 90 pies (27,4
metros), lo suficientemente grande como para acomodar hasta 20 remeros a cada
lado.
Había broches y cinturones de joyas, un maravilloso casco ornamentado y una máscara completa: el inquietante rostro de algún antiguo héroe que parece observar a través de los siglos.
La propia madera se había disuelto en el suelo
junto con los restos humanos que había, pero quedaba una huella clara: un barco
fantasma de más de un milenio de antigüedad.
Se habían hallado otros
enterramientos de barcos, pero
ninguno de este tamaño.
Antes de este, el barco más grande descubierto era
una embarcación vikinga de 78 pies (23,8 m), encontrado en Noruega en 1880.
Debido a hallazgos anteriores en otros lugares,
Brown sabía que podía haber un
cargamento de objetos en honor a los muertos, y el 14 de junio encontró
lo que creía que podía ser la cámara funeraria: una estructura de madera
parecida a una cabaña, ahora desintegrada, que se había construido en el centro
del barco.
Pero los responsables del Museo Británico y de
la Universidad de Cambridge ya
se habían enterado de su gran hallazgo y, apenas unos días después, se
entrometieron. Antes de que pudiera seguir explorando, fue marginado y relegado a labores
básicas. Los profesionales no podían permitir que un hombre local, un
simple aficionado, se dedicara a esa tarea. ¿Por qué habrían de dejarlo? ¡El
tipo ni siquiera tenía un título!
Trajeron entonces un equipo de arqueólogos y fue
uno de ellos, Peggy Piggott,
quien, el 21 de julio, apenas dos días después de su llegada, encontró la
primera pieza de oro. Luego encontró otra. Y en poco tiempo habían
descubierto un brillante botín de más de 250 objetos para
los que la expresión “tesoro escondido” se quedaba corta.
Había vasijas para banquetes y cuernos para beber.
Elaboradas joyas. Una lira y un cetro, una espada, piedras originarias de Asia,
platería de Bizancio y monedas de Francia (que ayudaron a datar el tesoro).
Las excavaciones de Sutton Hoo fueron recreadas en Godalming, en Surrey- Netflix
Había una
hebilla de oro grabada con serpientes y bestias entrelazadas, una pieza
tan extraordinaria que
el conservador de las antigüedades medievales del Museo Británico casi se
desmayó al verla.
Había broches y cinturones de joyas, un
maravilloso casco ornamentado y con una
máscara completa: el inquietante rostro de algún antiguo héroe que parece
observar a través de los siglos.
Lo
que significó el descubrimiento
El hallazgo de Brown hizo
que se reescribieran, literalmente, los libros de historia. El barco y
su contenido pertenecían a la Edad
Media y el descubrimiento iluminó esos cuatro siglos entre la partida de los romanos y la
llegada de los vikingos, un periodo del que se sabía muy poco.
Los anglosajones que gobernaban los distintos reinos de Inglaterra durante esta época habían sido considerados un pueblo rudo y atrasado -casi primitivo-, pero allí había objetos de gran belleza y exquisita factura.
Se trataba de una sociedad que valoraba la pericia,
la artesanía y el arte; y que comerciaba con Europa y más allá. Y estas
reliquias de una civilización
sofisticada y perdida aparecieron justo cuando la inglesa estaba
amenazada de desaparición por los nazis.
Ralph Fiennes y Carey Mulligan interpretan respectivamente al arqueólogo autodidacta Brown y a Edith Pretty, la terrateniente que lo contrató para excavar los misteriosos túmulos. Netflix
El líder de los arqueólogos dio un discurso a los
visitantes del lugar y tuvo que gritar para que se le oyera por encima del
rugido de un Spitfire (un
avión de guerra). Cuando el escritor y periodista John Preston descubrió que Piggott, su
tía, había participado en la excavación, investigó la historia y reconoció
inmediatamente el valioso negocio que suponía para un novelista.
The Dig (La excavación) se publicó con gran éxito en 2007. Robert Harris la calificó de
“verdadero tesoro literario” e Ian
McEwan la definió como “muy fina, absorbente, exquisitamente
original”.
La productora Ellie
Wood afirmó que quiso hacer una versión cinematográfica en cuanto
leyó el manuscrito de la novela en 2006, antes incluso de que se publicara.
“Era increíblemente cinematográfico”, contó Wood a BBC Culture.
“A medida
que el barco se va revelando, también lo hacen las vidas interiores de las
personas involucradas, y eso es lo que me
pareció tan poderoso y original. Podía sentir las profundas emociones de
los personajes, aunque fueran incapaces de expresarlas. Todos esos sentimientos
a fuego lento se mantienen a raya debido a la reserva británica y la estructura
de clases sociales”, manifestó Wood.
Moira Buffini, cocreadora de la exitosa serie televisiva Harlots, escribió el guion. “Ellie Wood me envió el
libro en 2011 y lo leí, e inmediatamente pensé: tengo
que escribir esto”, afirmó.
“Fue ese instante. Sabés que estás ante algo bueno
cuando sentís eso por un proyecto. Y no ocurre tan a menudo. El libro me
conmovió profundamente. Me sentí descarnada cuando terminé de leerlo. Creo que
transmite la sensación de fragilidad de todo, incluidos nosotros. Mientras
escribía el guión llegué a pensar que el acto de
abrir la tierra -de
cavar para desenterrar a los muertos- abre en cierto modo a todos los que están
vivos”, dijo Buffini.
A lo largo de los años, varios actores han sido
vinculados a la película, entre ellos Cate
Blanchett y luego Nicole
Kidman. Al parecer, Kidman tuvo que retirarse debido a compromisos
laborales y Carey Mulligan se incorporó con poca antelación.
Wood dijo que, aunque ha tardado mucho, su
determinación nunca decayó. “Creo que fue por la historia de Basil Brown. Debido
al clasismo y al esnobismo intelectual, su inestimable trabajo pasó
desapercibido durante mucho tiempo, y me pareció realmente importante que más
gente conociera lo que logró”, indicó.
El
misterio continuó
El nombre de Brown no se
mencionó en la exposición permanente
del Museo Británico sobre los tesoros de Sutton Hoo hasta hace relativamente
poco tiempo. Pero aunque ahora se reconoce su crucial contribución, hay muchas
cosas que siguen generando dudas sobre el entierro del barco.
¿A quién honra? El principal candidato es Raedwald, un poderoso líder
regional que murió en torno al año 624 y que formaba parte de una dinastía que afirmaba descender del
dios nórdico Woden. Fue el primer rey inglés que se convirtió al
cristianismo, aunque al mismo tiempo se cuidaba astutamente de no molestar a
los dioses paganos.
¿A quién honra el descubrimiento? El principal candidato es Raedwald, un poderoso líder regional que murió en torno al año 624 y que formaba parte de una dinastía que afirmaba descender del dios nórdico WodenPexels
¿Y cuál
era exactamente la naturaleza del barco? ¿Era un buque de guerra? Podremos
juzgarlo mejor cuando el proyecto de construir una
réplica a tamaño real del barco llegue a buen puerto. Nos dará una
idea más precisa, por ejemplo, de cómo se maneja exactamente en el agua.
La
compañía Sutton Hoo Ship pretende tener su barco construido y listo para
empezar las pruebas en tres años, y espera que la película genere más interés
en su proyecto. La película es discreta, pero poderosamente conmovedora, y
cuenta con unas interpretaciones tremendas tanto de Fiennes como de Mulligan.
Durante
un reciente rueda de prensa sobre el film, Fiennes explicó que leyó por primera
vez el guión en un avión y al final se le “saltaron las lágrimas”. “No sé muy
bien por qué, pero es algo que tiene que ver con la integridad de la gente que
desentierra algo que a la vez representa de alguna forma a su nación”, dijo.
Y las
circunstancias actuales hacen que su descripción de un mundo al borde del desastre resuene
de una manera imprevista a cuando se comenzó este proyecto. “Me pregunto si
ahora todos tenemos un sentido más
presente de nuestra propia mortalidad, de nuestra insignificancia en el
gran esquema de las cosas”, sostuvo Buffini.
“Pero
creo que hay algo muy esperanzador en
la idea de que somos eslabones de una cadena humana ininterrumpida. Le di a
Basil la frase: ‘Desde la primera huella de una mano en la pared de una cueva, formamos
parte de algo continuo’”, concluyó.
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