El viaje de exploración de las Islas Sud Georgia en 1924 de Antonio y Aurelio Pozzi para el estudio y colecta de fauna. Tercera parte.

 Autor: Hugo P. Castello

Miembro Honorario de la Fundación de Historia Natural Félix de Azara 

Diciembre del 2020


El texto manuscrito de Antonio Pozzi referido a su viaje a Sud Georgia en 1924

En el archivo “Pozzi”, recientemente donado en forma generosa por un descendiente de dicha familia, el artista Juan Saravi Platero, figuran numerosos documentos que describen el pasaje de los miembros del “Clan Pozzi” por el museo y sus viajes de exploración.

Entre los documentos del archivo Pozzi que mencionan el viaje a las Georgias del Sur  a bordo del  navío de transporte ARA” Guardia Nacional”, existe un texto manuscrito, en el que, Antonio Pozzi relata la partida rumbos a las islas junto con su hermano Aurelio, y su llegada a las mismas el 24 de Marzo de 1924.

El texto manuscrito de Antonio Pozzi, escrito a lápiz en una pequeña libreta de campo relata lo siguiente:

Esta tarde hemos avistado finalmente las islas South Georgia. La primera parte del viaje llega a su término después de diez días de navegación.

Hemos tenido el honor de estrechar la mano del Presidente (de la CAP) cuando estábamos listos para soltar amarras en la Dársena Sur del puerto de Buenos Aires, pero a pesar de eso el ánimo estaba deprimido por la despedida a la familia.

El director del Museo, Sr. Prof. Martín Doello Jurado, acompañado por el Doctor R. Dabbene nos vinieron a despedir y nos acompañan amablemente hasta el momento de zarpar.

Se ven entre la gente que queda en tierra y que van a bordo muchos semblantes tristes y llorosos. A mi me impresiona la separación de un oficial que esta a bordo, cuando entrega en brazos de la mama una niña rubia que llora y quiere volver con su papa. Me acuerdo de lo que dejo en casa y una lagrima me rueda por la mejilla, porque queda sujeta al cristal del anteojo. El tiempo se muestra poco dispuesto a favor nuestro desde la salida, tanto que no nos permite ver desde afuera la población del Puerto de La Plata a quien quisiéramos dirigir nuestro saludo. Llega la noche y cuando despertamos al siguiente día se puede notar el fuerte sacudir que experimenta el barco que surca las aguas del Atlántico rumbo al sur y que nos ha recibido como para prevenirnos de lo que nos espera mas adelante. Lo primero que veo es a Aurelio, que tacho en mano hace todo lo posible para no echar el alma junto con las terribles arcadas producidas por el mareo que lo domina por completo. Es me da mucha pena,  me aflige no poder hacer nada por el. Le aconsejo que se recupere lo más rápidamente posible pues el aire de la cubierta le favorecerá para reanimarse.  Siguiendo mi consejo no comerá nada durante ese día. Llega la noche y veo con placer que Aurelio, que se acostó temprano ya se encuentra bien. Le pregunto si comerá algo  y me contesta que lo hará, el lo consigue sin levantarse y me doy un buen chapuzón cuando voy en procura de un poco de fruta, lo que una vez conseguido, vuelvo al camarote que ocupamos a popa, felizmente los dos solos, y llego caminando en cuatro pies porque se corre el riesgo de salir por a borda, tal es el oleaje que sacude al barco.

Tres bananas y dos duraznos constituyen la frugal cena de mi hermano, pero tenemos la satisfacción de estar bien al día siguiente. El mal tiempo no quiere cesar, a bordo los marineros han caído, unos tras otros, dominados por el mareo. Algunos oficiales hacen fuerza para no demostrar el estado en que se encuentran. Yo tengo un refugio esplendido, en el camarote de mi amigo Pablo Marotto, Jefe de Maquinas. Yo no se si será de miedo, que no me he mareado, pero es lo cierto que el temporal aumenta de tal forma, que el barco se ha convertido en un infierno. A la hora de cenar ya no sirven los violines y es un verdadero desastre a rotura de vasos y platos. Todo rueda por el suelo en la cámara, todo se sacude, todo cruje de una manera que parece romperse. Nos miramos unos a otros los que vamos a la mesa. El doctor de abordo da la nota más destacada cuando los bandazos son más tremendos y es imposible describir el espanto que refleja su fisonomía. El Senior V. Dobrovolski, Jefe la Comisión a las (Islas) Orcadas (1) y enfrentamos esto, y cuando llega el momento de prueba, nos miramos y sonreímos. Al fin del cuarto día tenemos tregua que se traduce en una relativa calma. Todo se normaliza poco a poco, y renace con la calma la confianza y los chistes a costa de lo que hemos pasado. Navegamos a toda maquina con esperanza de alcanzar a la brevedad las islas Georgias. Pero no esto lo que esta escrito y el tiempo quiere poner a prueba las condiciones del barco. Sopla al principio un viento tan fuerte, que el Comandante dando prueba de gran destreza, resuelve virar en redondo y nos ponemos en la cola de uno  de los temporales mas formidables que se puedan registrar en esta regiones de 20 años a esta parte El mar se ha convertido en un laberinto intermitente de montañas de dimensión extraordinaria. Los golpes de mar se suceden uno tras otro con violencia inusitada. En el barco que resiste valientemente el embate de las olas entra agua por todas partes. Los faroles del puente de mando ya han estado en el agua varias veces y no sabemos ya si esto sigue como podrían ir las cosas.

La noche es terrible y yo no puedo salir del centro del barco para alcanzar el camarote

a popa.\ Resuelvo por lo tanto dormir en la cámara si esto fuera posible y en compañía de Dobrovolski nos ponemos cada uno en un rincón del sofá del comedor pero los dolidos son tan fuertes, que tan pronto soy yo el que alcanza al compañero, como es el que me alcanza a mi.

La mañana se presenta lo mismo pero al mediodía va poco a poco amainiando el viento y en esto se van aquietando de a poco las aguas, aunque el mar esta  embravecido todavía y podemos tomar nuevamente al sudeste.

Estamos en la cocina cuando se oye la voz del Oficial de guarda que dice “Iceberg” a proa, 20 grados a estribor. Todo el mundo corre a la cubierta y podemos contemplar a gran distancia una montaña enorme de hielo que navega majestuosamente a nuestro encuentro. Se calcula que tendrá 50 metros de altura y tienen una forma muy irregular.

No tardamos en ponernos al lado de este que es el primero que veo, pero no tardaríamos en avistar otro y otro mas siendo así confirmados los datos del Capitán del “Tijuca” (Velero de la C.A.P.) que dijo que nunca se ha visto en esta región tantos icebergs. Es un “semillero de icebergs”.tenia razón. El tiempo se ha calmado pero al amanecer del día se nota una densa neblina que obliga reducir la marcha del navío por el constante y terrible peligro de chocar contra una de esas inmensas masas de hielo.

El comandante me invita a almorzar con el y cuando el almuerzo toca a su termino, aparece el superior de guardia para anunciar que se despeja la niebla lo que nos regocija enormemente. Adelante a toda maquina y a las cuatro de la tarde hemos avistado finalmente la costa de Georgias del Sud. No podemos, sin embargo, haber ido directamente a la entrada` de la Bahía de Cumberland. Pasamos la noche afuera de la bahía y esperamos a primera hora de la mañana para cuando se pueda ver bien por donde avanzar.

Un par de elefantes marinos (Mirounga leonina) entre los pastizales de "Tussock grass"
(Poa flabellata)
fotografiados por Antonio Pozzi, el primer empleado del Museo Nacional que uso la camara fotografica para  registrar a los animales
Ningún oficial del buque ha estado otra vez (en las Georgias) y el comandante llama a Aurelio, al Sr.  Berg de la Comisión de Orcadas, para que le indiquen por donde se puede entrar, pero ninguno de ellos reconoce la entrada de la bahía, pues todo es diferente de lo que conocen debido a la cantidad de nieve que hay en las montañas de la costa y que cambian por completo el aspecto con que ellos dos han conocido este sitio el ano pasado Entonces me acuerdo del planito con que me ha obsequiado el Coronel Don Guillermo Nunez y se lo ofrezco al Comandante que se manifiesta encantado pues la carta de a bordo no tiene los detalles que se encuentran en el.

No se por que, pero sin insistir demasiado, ya que no tendría en este caso una base seria para afirmar lo que digo, no puedo dejar de pensar que los dos islotes que se ven a simple vista deben ser los que están perfectamente indicados en el planito.

Por fin el Comandante es de mi parecer y en ese momento se avista un buque ballenero que viene hacia donde vamos navegando a lo largo de la costa, que esta en ese momento a 12 millas de distancia. Poco a poco la distancia que nos separa de el se acorta hasta que con la ayuda del megáfono estamos al habla. Se pregunta desde a bordo donde es la entrada y se nos señala desde el ballenero la embocadura donde se ven los islotes.

! No me había equivocado! Era efectivamente los islotes de la entrada a Cumberland Bay. Nos aproximamos bastante para reconocer el sitio y el comandante resuelve no entrar por lo avanzado de la hora y la poca luz del día que queda, teniendo en cuenta el peligro de llevarse por delante algún escollo y la dificultad que ofrece un sitio tan poco conocido por nuestros

marinos. Proa al Norte calculando que la navegación que se haga hasta la una de la mañana nos traiga junto con el amanecer a la distancia  ala que habíamos llegado, y así en vez de  ser 10 los días que habíamos empleado, serán 11 (días). Muy temprano me despierta Aurelio para preguntarme en seguida si oigo los pequeños petreles Daption capensis, cuya cantidad es fabulosa por la algarabía que arman alrededor nuestro.  Emiten un grito débil pero son tantos que parece un zumbido.

Me asomo por el ojo de buey y es realmente magnifico el espectáculo que ofrecen estas pequeñas aves agrupadas en tal forma que es imposible calcular su numero  Andan con ellas los pequeños petreles de Wilson en gran cantidad. Hacen el efecto de mariposas que revolotean sobre el agua tocando apenas con sus patitas palmadas la superficie sin cerrar las alas. Poco a poco el ballenero que nos remolca, de la curiosa forma en que lo hacen con las ballenas, es decir de costado, nos aproximamos al muelle. Esto visto por uno de nuestros oficiales, el Alférez de Navío Boeri, lo hace exclamando ¡”Que va a hacer con nosotros este fenómeno!!!!” Como esta conmigo en la cubierta me ha hecho reír de buena gana la ocurrencia pero es lo cierto, que el “Guardia Nacional” con sus 125 metros y cargado a pique no tienen mas remedio que dejarse llevar y pronto estar atracado y amarrado al muelle.

Hemos estado aquí doce días. Cuando llegamos aquí habían traído los balleneros, que fueron faenadas en seguida. Primero las dejan fondeadas en un sitio aparte de la Bahía, que esta muy protegida, después las llevan a remolque con una lancha a nafta bastante grande hasta la planchada, donde las descuartizan, que es de madera y en un plano inclinado. Esta plataforma tiene unos 50 metros de ancho y 70 aproximadamente de largo. En el fondo hay unos guinches que son los que sirven para traer hasta donde convenga las ballenas. A estas las sujetan de la cola con un fuerte cable de alambre retorcido y desde el agua vienen saliendo y resbalando poco a poco sobre la planchada donde los hombres de la estación ballenera las van cortando a lo largo con grandes cuchillos que parecen guadañas por el largo mango que tienen. Estos hombres` pueden caminar sobre las ballenas pues tienen unos clavos bastante largos en las botas que se clavan en la piel de las ballenas y no pueden, por lo tanto, resbalar. Cuando los cortes longitudinales que han practicado los permiten enganchar la parte delantera de un gancho que han clavado en la grasa, al tirar con cabo desde el guinche y así les arrancan en un solo manto toda la grasa cortando de vez en las partes donde hay tejido. Estas mantas quedan como grandes trozos de tocino extendidas a lo largo y otros hombres las cortan en trozos bastante grandes  y las arrastran con unos ganchos que usan al efecto, hasta los recipientes o calderas  donde se derriten para el aceite. Cuando las ballenas han sido despojadas de la grasa las amarran a otro guinche que las tira a otro plano mucho más inclinado que esta al fondo y al costado de la planchada. Allí hay unas sierras muy grandes que funciona a vapor y como si fueran tijeras gigantescas van cortando en trozos de dimensiones convenientes; estos van a parar a otra sección de calderas donde obtienen, termino medio, 50 barriles de aceite por cada esqueleto. Para caminar en cualquier sitio hay que tener gran cuidado. Todo resbala, es unto y mal oliente. Cuando desembarcamos, la primera vez, el Comandante Costa Ulma, que venia con nosotros se descompuso debido al olor nauseabundo de la factoría.

Con esta frase se cierra el relato realizado por Antonio Pozzi.

Aurelio Pozzi con integrantes del “Guardia Nacional” en la morena de un glaciar de Georgias del Sur, 1924. Foto de Antonioo Pozzi. Archivo de la Familia Pozzi

Aurelio Pozzi en la costa de la Bahía Cumberland, (costa norte de las Georgias del Sur) descarnando con un cuchillo los huesos de un esqueleto de elefante marino del sur, macho, Mirounga leonina, de aprox. 5 mts de longitud, posiblemente muerto por los cazadores comerciales de elefantes. A su derecha observando está Marotto, Jefe de Máquinas del “Guardia Nacional”. Hoy en dia las islas Georgias del Sur cuentan con la población reproductora mas numerosa del Atlántico SO y de la Subantártida. La Compañía Argentina de Pesca estaba situada en el Puerto de Grytviken

.Un esqueleto de ballena a bordo

 Otro relato muy detalle del viaje del “Guardia Nacional” a Georgias del Sud, en igual fecha, menciona que en el viaje de retorno de dicho navío hacia Buenos Aires, los hermanos Pozzi transportaban a bordo un esqueleto de ballena mal oliente procedente de Grytviken, y que los pasajeros a bordo podían olerlo desde gran distancia.

Como no existe en la exhibición actual del MACN ningún esqueleto completo de ballena procedente de dicho lugar, el autor de esta nota considera, que quizás se trato de un cráneo de cachalote macho que se exhibe en la Sala de Antártida o de una ballena franca austral existente en la Sala de Mamíferos.

Pero también debo mencionar que en un galpón, que existía en el jardín del MACN, tuve oportunidad de hallar en la década de 1990, en el primer piso del mismo, gran cantidad de huesos de ballenas de gran tamaño, que carecían de identificación y que pertenecían a una ballena de grandes dimensiones. Lamentablemente se ha perdido información muy valiosa sobre los restos óseos cetáceos colectados por el MACN desde 1924  hasta inicios de 1980.

Aurelio Pozzi 

Realizó numerosos viajes de recolección de invertebrados y vertebrados marinos a las

regiones australes a bordo de navíos de la Armada Argentina a saber:

Punta Norte, Península Valdés, Chubut: 1911-1912

Embarcado en el “Guardia Nacional” exploró como asistente del malacólogo Alberto Carcelles la costa de las Islas Georgias del Su: Enero-Marzo 1923

Al año siguiente, en 1924, embarcó nuevamente en el "Guardia Nacional", que volvió a viajar a la Isla Georgia del Sur, entrando a Cumberland el 4 de Marzo de 1924, realizando tareas hidrográficas. Zarpó el 17 de Marzo de regreso. Aurelio Pozzi colectó muestras en la Bahía Cumberland, Marzo 1924, Bahía Thetis, Bahía Buen Suceso y Canal de Beagle, Tierra del Fuego: Enero de 1941.

 Nota (1)   El destacamento argentino en las Islas Orcadas del Sur que viajaba en el “Guardia Nacional A.R.A.” estaba constituido por V. Dobrovolski, Jefe la Comisión (Ruso), C.E. Berg (Sueco), Alfredo C. Witt (Argentino), O. E. Irrgang (Alemán) y Otto Hess (Alemán). Una vez arribados a las islas Georgias del Sur hacían trasbordo a un barco ballenero de la C.A. P. que los habría de llevar, junto con los víveres y combustible para un año, hasta las Orcadas del Sur.

  

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