Ataque de tiburon en Argentina: "El dolor era insoportable": el increíble relato de la mujer que fue atacada por un tiburón en Mar del Sur
Alejandra Oliden, de la localidad bonaerense de 9 de Julio, vacacionaba todos los años en Mar del Sur. Nunca imaginó que se convertiría en la víctima del segundo ataque de tiburón de la historia de la costa argentina, pero eso fue lo que ocurrió en enero de 2005: casi pierde un pie Fuente: Archivo - Crédito: Alejandra Oliden
20 de noviembre de 2020
Cuando el
pie izquierdo de María Alejandra Oliden de Rojas quedó atrapado dentro de la boca del tiburón
toro que comprimió sus quijadas como si fuera una
cerradura de precisión, ella pensó que la situación no era real.
El shock del
ataque hizo que esta psicóloga de 9 de Julio, que vacacionaba todos los años en Mar
del Sur, mirara la situación desde otro plano, como si
el extraordinario suceso de estar siendo atacada en la orilla del mar por
un enorme escualo con triple fila de dientes, casi dos
metros de largo y 180 kilos de peso le estuviera
pasando a otra persona.
Pero el pie
atrapado en la boca del tiburón era el de ella, aquel domingo 16
de enero de 2005 a las 9.50 de la mañana en la playa Puerto
Sur, en la localidad balnearia conocida catastralmente
como Boulevard Atlántico por su famoso hotel en ruinas.
El tiburón Carcharias taurus o Escalandrún tiene tres filas de dientes y una fuerza de mordida (KgF) de más de 600 kilos Fuente: Archivo - Crédito: Wikipedia
Cuando
Alejandra finalmente pudo zafar de las quijadas del tiburón Carcharias
taurus o Escalandrún, que
tiene una fuerza de mordida (KgF) superior a la del
tiburón blanco, su pie izquierdo había quedado fileteado, sus
huesos al descubierto y la sangre comenzó a cambiar el color del mar. El agua
se puso negra.
El segundo
ataque de tiburón registrado en la historia argentina
"Venía
caminando por la orilla de la playa en dirección al sur. Tenía los diarios del
domingo bajo el brazo y a lo lejos veo que
una lancha que se había embarcado vuelve a la costa y deja un enorme tiburón en
la orilla del mar", recuerda Alejandra Oliden a LA
NACIÓN: "Era tan grande y largo que no entraba en
una habitación chica".
"Me daba mucha rabia lo que le habían hecho al pobre animal", dice, y relata que los pescadores, luego de atrapar con un anzuelo a este ejemplar de las profundidades atlánticas, mar adentro, a unos 200 metros de la costa, le dieron un disparo en la cabeza, como es costumbre con los ejemplares más grandes, y lo arrastraron hasta la playa.
Los pescadores abandonaron al tiburón toro en la orilla, creyéndolo muerto, y volvieron a embarcarse mar adentro. Pero el Carcharias taurus estaba vivo.
El tiburón escalandrún (Carcharias taurus) es una especie presente en el Océano Atlántico, desde Espíritu Santo (Brasil) hasta la provincia de Chubut (Argentina) Crédito: Wikipedia
"Cuando
veo la situación, me acerco a ver al tiburón. Estaba a menos de medio metro. Tenía un disparo en la cabeza y la boca
muy lastimada por el anzuelo. No se movía. Cuando viene una ola, mis pies quedan tapados por el agua y el tiburón
también".
"En
este momento, el golpe de la ola es como que despabila al tiburón, que estaba
vivo; da un giro veloz, abre su boca, muerde mi pie y lo
presiona con una fuerza inimaginada. Sentí como
si hubiera pisado una trampa para osos: después supe que tenía tres filas de
dientes arriba y tres filas abajo, dientes triangulares, anchos y filosos que
cierran con precisión milimétrica".
"Cazar
tiburones era contrario a mi manera de pensar"
Alejandra habla de "cazar" tiburones, no
de pescarlos, por la forma brutal con la que se los atrapa: cuando muerden el
anzuelo en las profundidades del lecho marino, se los "trae" hacia la
superficie y una vez cerca del bote, se les dispara con un arma de fuego, una
pistola o revólver, para asegurar la presa. Luego se los arrastra a la playa,
sin subirlos a la lancha por su enorme tamaño.
Molesta porque los pescadores que se habían embarcado desde muy temprano en busca de tiburones eran conocidos de la familia, que veraneaba todos los años en Mar del Sur desde finales de los ochenta. En conversación con este medio, asegura que no comulga con ese tipo de "pesca deportiva". Y sigue su relato.
"Mi pie
estaba como en una trampera, no podía moverme, el tiburón pesaba casi 200
kilos; pensé que lo perdía y lo único que me importaba cuando
reaccioné era que el tiburón no me arrastrara mar adentro".
"Mi marido estaba en la misma playa a unos 100
metros, le hago señas. Yo no gritaba, soy muy de perfil bajo. Lo llamo
haciéndole señas con los brazos y viene caminando tranquilo, no sabía qué era
lo que me estaba pasando. Cuando me ve con el pie atrapado por el tiburón,
queda shockeado. Él creía que mi pie ya estaba perdido y yo también".
"Mi
marido agarra la nariz del tiburón y la tira hacia arriba, mi pie tironea y
zafa de su boca, pero queda cien por ciento desgarrado; mi
pie temblaba por sí mismo, tenía vida propia, latía, se veían los huesos, los
tendones, parecía un flequillo de carne, estaba todo
suelto, muy lesionado. El dolor era insoportable, salía mucha sangre".
"Me
quedo en el agua para calmar el dolor, porque estaba muy fría. Nunca grité, no
hice escándalo, no tenía una medida real de lo que me estaba pasando. Pero
enseguida salí del agua como pude, porque pensé que
vendrían otros tiburones alertados por la sangre".
Los pescadores quisieron ofrecerle la quijada del tiburón que la había atacado, pero ella se negó Fuente: Archivo - Crédito: Wikipedia
El primer
ataque en Miramar
No era la primera vez que un tiburón atacaba a un
bañista en las playas bonaerenses, aunque hacía muchos años que no sucedía.
El mediodía del viernes 22 de enero de 1954 hacía un calor insoportable en el Balneario Gallina de Miramar, 17 kilómetros al norte de Mar del Sur.
Ese día, Alfredo
Aubone, un nadador de 18 años con fama de experimentado,
le dijo al guardavidas Ángel Fulco que se metería a nadar mar adentro con dos amigos.
Cuando Alfredo llegó a una distancia de 70 metros
de la costa, se puso a hacer la plancha para descansar pero, de repente, una
fuerza sobrenatural lo enganchó de su hombro y lo empujó a las profundidades,
golpeándolo contra el piso del lecho marino en varias oportunidades.
Lo había atacado un
tiburón blanco.
"Alfredo
sintió una gran puntada y tragó agua. No tenía aire y se ahogaba. De pronto, la
presión aflojó y pudo llegar a la superficie. Sus pulmones se llenaron de
oxígeno e intentó mover sus brazos para nadar y no pudo, estaban totalmente
desgarrados, le faltaban grandes partes de carne y su sangre se ponía negra al
mezclarse con el agua", escribió Mariano Magnussen, del Museo de Ciencias Naturales de Miramar, que realizó una investigación historiográfica sobre el único ataque de
tiburón blanco documentado de la historia argentina.
Cuando Fulco lo rescató, las piernas del bañista
también habían sido atacadas: parecían no tener músculos y se veían sus huesos.
Aubone fue
trasladado de urgencia al hospital de Miramar, donde fue curado y suturado: le
dieron más de 250 puntos. Pero luego
debió viajar a Los Ángeles, Estados Unidos, para continuar con las
curaciones. Sus heridas no terminaban de cicatrizar. Entre
los procesos de limpieza de la herida, le extrajeron un diente de tiburón.
Nunca se entendió del todo cómo fue posible el ataque de un tiburón blanco tan cerca de la costa. Las hipótesis más firmes hablaban de que el escualo gigante deambulaba por ahí tras haber estado siguiendo la estela de un barco pesquero en busca de sus deshechos, pero la realidad es que, a la luz de la historia, el ataque fue un hecho extraordinario.
Un ataque tan infrecuente como el que sufrió María
Alejandra Oliden de Rojas en el balneario Puerto Sur de Mar del Sur hace 15
años.
Alejandra Oliden en la misma playa de Mar del Sur donde fue atacada por un tiburón toro en enero de 2005 Fuente: Archivo - Crédito: Alejandra Oliden
La víctima
del tiburón toro en Mar del Sur
"Cuando
me llevan a la salita de primeros auxilios, me empiezan a limpiar la herida con
un cepillo de cerdas y un desinfectante, el dolor era insoportable, casi tanto
como la mordida. Después de las inyecciones, me llevaron al hospital
de Miramar, porque la herida ameritaba un tratamiento más
complejo. Cuando llegué parecía una
película: todos gritaban 'accidente de tiburón', 'ataque de tiburón'", rememora Alejandra.
"Estaba
todo preparado para que me cosieran el pie, pero me negué. Fui terminante, no me preguntes por qué. Tenía
un presentimiento. Ante mi insistencia, pregunté
cuál era la curación alternativa, y firmé unos papeles de consentimiento. Debía
poner mi pie varias horas y varias veces por día en una palangana con agua y
desinfectante DG6".
"Así
que ese verano, en lugar de volverme a 9 de Julio, me quedé en Mar del Sur
haciéndome las curaciones. Me pasaba todo el día sentada en el parador
Cocoloco, mientras mi familia iba a la playa".
"A
medida que pasaban los días, me salían desde
adentro de las heridas pedacitos de algas, conchillas y arena. Si me hubieran cosido, todo eso habría quedado dentro de mi pie, con
el riesgo que eso supone. Después el
guardavidas, que inexplicablemente era el hijo del mismo guardavidas Ángel
Fulco que había rescatado al primer atacado por un tiburón en Miramar, me
dijo que estuve bien en pedir que no me cosieran. Su papá le había contado que es mejor no coser las mordeduras de
tiburón, que la curación debe ir desde dentro hacia afuera. Pero yo eso no lo
sabía, solo fue producto de mi intuición".
Alejandra cuenta que, después de las primeras
curaciones, cuando volvió a la casa que alquilaron frente al mar ese verano, se
dedicó a leer los mismos diarios que llevaba bajo el brazo durante el ataque y
que nunca soltó, ni aún cuando el tiburón casi le secciona el pie izquierdo.
"Claro que los leí esa tarde, siempre me
encantó leer el diario".
Los dientes del tiburón escalandrún, habitante de las profundidades del mar argentino Fuente: Archivo - Crédito: Wikipedia
El destino
del tiburón vengador
"Los
pescadores del tiburón, que eran conocidos de la familia, quisieron obsequiarme
la quijada del animal para que la tuviera de recuerdo, pero no me interesó. Dicen que vendieron su carne a muy buen precio en
una pescadería de Miramar".
"Mi
pie, con el tiempo, se fue curando muy bien. Es increíble la capacidad de
recuperación del cuerpo humano. Me quedó un poco desviado y la verdad es
que, después de 15 años, todavía me duele".
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medía realmente el gigantesco tiburón prehistórico
"La sensación que me quedó después del ataque
es de haber soportado un dolor enorme que llega inmediatamente al cerebro. No
te duele una parte del cuerpo, te duele todo, hasta la última célula",
concluye.
Ante la
pregunta de si ha vuelto a nadar en el mar, dice: "Me meto en el mar,
claro que lo hago, pero no me relajo, estoy alerta de que nada me roce. A
esa playa voy siempre y sigo yendo a Mar del Sur, pero no me dan ganas de
meterme al agua".
Incluso al verano siguiente de su sangriento
encuentro con el tiburón toro vengador, tuvo otro problema casi igual de grave,
a pocas cuadras de la playa, relacionado con un accidente doméstico, que no la
hizo perder el amor por el pueblo marítimo que combina el campo con el mar.
"Alquilamos unas cabañas al costado del hotel Boulevard Atlántico. Durante una noche de lluvia, el agua filtró por los techos hacia adentro y yo me electrocuté", dice Alejandra, como al pasar, con una naturalidad sorprendente.
"Casi me muero de verdad, pero esa es otra
historia".
Por: Facundo Di Genova
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