La pandemia, las encrucijadas del presente y los cambios para el futuro
La humanidad está siendo puesta a prueba por un enemigo
invisible, que puso a prueba la globalización y también la ciencia y la
tecnología.
por Adrián Giacchino para PERFIL 1/4/2020
Presidente de la Fundación Azara. Vicepresidente de la
Universidad Maimónides. Especialista en Historia de las Ciencias Naturales y en
Conservación de la Biodiversidad. Personalidad Destacada en el Área de Ciencia
de la Ciudad de Buenos Aires 2019
(Fuente www.perfil.com).
(Fuente www.perfil.com).
El
triunfo de la muerte, cuadro de Pieter Brueghel (1525-1569). FOTO: CEDOC PERFIL-
La humanidad suele percibir los peligros en las grandes fuerzas
del Universo (como asteroides, terremotos, tsunamis y erupciones volcánicas) o
en las armas de destrucción masiva, pero por lo general en amenazas acordes a
su tendencia de especie megalómana. Esta vez la amenaza paradójicamente -y como
otras veces en la historia- proviene de un enemigo invisible. Un enemigo que
puso a prueba su globalización y también la importancia de su ciencia y
tecnología. Ese invisible enemigo traspasó la Muralla China, silenció la noche
de Nueva York, apagó la magia de los parques de Mickey Mouse, quitó el brillo
del glamour a Milán, evitó que alguien quiera tomar cualquier camino para
llegar a Roma, transformó los viajes de placer en un arrepentimiento, y logró
que un argentino desistiera ante el ofrecimiento de un mate y que un nieto por
amor dejara de abrazar a sus abuelos.
Un enemigo que usa gotitas de saliva en
lugar de artillería, que jaquea a la humanidad en muchos de sus aspectos y que
la humilla exhibiendo descarnadamente su fragilidad. Coronavirus: murió el
abuelo del joven que se saltó la cuarentena por una fiesta El enemigo es el
virus SARS-CoV-2, un coronavirus, que genera la enfermedad COVID-19. Se detectó
por primera vez en la ciudad china de Wuhan, provincia de Hubei, en diciembre
de 2019. En poco tiempo afectó a personas en más de 100 territorios y la
Organización Mundial de la Salud declaró pandemia a la enfermedad que provoca.
Su genoma está formado por una sola cadena de ARN. Los coronavirus fueron
descriptos por primera vez en la década de 1960 y se conocen siete cepas
relacionadas con enfermedades respiratorias en la especie humana. LA EPIDEMIA.
Ni la primera, ni la última, ni la más importante… Grandes epidemias ocupan
oscuros momentos de nuestra historia universal. A modo de ejemplo podemos citar
a algunas de ellas. La plaga de Atenas durante la guerra del Peloponeso en el
430 a.C., posiblemente de fiebre tifoidea, mató a la cuarta parte de las tropas
atenienses y a una cuarta parte de la población a lo largo de cuatro años, y
terminó con la preminencia de Atenas.
La peste antonina tuvo un primer brote
entre los años 165 y 180 d.C., posiblemente de viruela traída del Oriente, en
él murieron aproximadamente cinco millones de personas y durante un segundo
brote, entre los años 251 y 266, hay crónicas que hablan de que en Roma morían
cinco mil personas a diario. La peste de Justiniano se inició en el año 541 y
representa el primer brote registrado de peste bubónica, empezó en Egipto y
llegó a Constantinopla, murieron unas diez mil personas por día en el pico de
la epidemia, terminó con una cuarta parte de los habitantes del Mediterráneo
Oriental.
La peste negra comenzó en el siglo XIV, fue un nuevo brote de peste
bubónica que comenzó en Asia llegando al Mediterráneo y Europa Occidental en el
año 1347, terminó con la vida de veinticuatro millones de europeos en el
transcurso de seis años. Las epidemias de cólera azotaron en los siglos XIX y
XX: entre los años 1816 y 1826 la enfermedad azotó a India y se extendió a
China y el Mar Caspio; entre los años 1829 y 1851 a Europa, Nueva York en 1832
y la costa pacífica de los Estados Unidos hacia 1834; entre los años 1852 y
1860 a Rusia con más de un millón de víctimas fatales; entre los años 1863 y
1875 a Europa y África; entre los años 1899 y 1923 a Rusia especialmente dado
que en Europa había progresado mucho la salud pública para ese entonces; entre
los años 1961 y 1966 a Bangladesh, India y Rusia; y entre 1991 y 1993 a América
Latina.
La gripe española se inició en el año 1918 en Fort Riley, Kansas,
Estados Unidos y se expandió por el mundo con veinticinco millones de víctimas
fatales, incluso hay estimaciones que el número habría sido más del doble del
indicado. Se confirmaron 2492 casos de dengue en Argentina El
tifus, la viruela y el sarampión generaron grandes epidemias. El tifus,
asociado a los tiempos de guerra, tuvo su primer gran impacto en el año 1489
durante la lucha en Granada entre cristianos y musulmanes, y con posterioridad
en los años 1528 y 1542. También jugó un papel importante en el año 1811 en la
destrucción de la Grande Armée de Napoleón, en Rusia. La viruela por su parte
mató en el siglo XVI a gran parte de la población nativa de las islas Canarias;
en el año 1518 a la mitad de la población nativa de la isla La Española; en la
década de 1520 a ciento cincuenta mil personas sólo en Tenochtitlán (México); y
en la década de 1530 azotó a Perú. El sarampión en la década de 1600 terminó
con la vida de más de dos millones de personas pertenecientes a la población
nativa de México y entre los años 1848 y 1849 -junto a la gripe y la tos
ferina- con la de cuarenta mil nativos hawaianos. Otras epidemias fueron las
de: gripe asiática en el año 1957, gripe de Hong Kong en el año 1968, gripe
rusa en el año 1977, síndrome respiratorio agudo severo (SARS) en el año 2002,
gripe aviaria en el año 2003, gripe A (H1N1) entre los años 2009 y 2010,
VIH/SIDA y ébola. La Argentina también tuvo sus propias epidemias. El cólera,
la viruela, el tifus y la fiebre amarilla fueron responsables de
acontecimientos trágicos en la historia de nuestro país en los siglos XVII y
XVIII. La epidemia de fiebre amarilla de los años 1870 y 1871 en Buenos Aires,
marcó un antes y un después para la ciudad, con aproximadamente unas 14.000
víctimas fatales.
Esa epidemia obligó a crear el Cementerio del Oeste, hoy
Cementerio de la Chacarita, y a cambiar la fisonomía de la urbe dado que las
familias más pudientes se mudaron hacia el norte. Ya en el siglo XX, más
precisamente en el año 1956, tuvo lugar la mayor epidemia de Polio en el país,
con 6.496 afectados de esta enfermedad que causaba una severa discapacidad e
incluso la muerte. Con la aparición de virus que desconocemos, donde: 1) la
población no sea inmune a ellos, 2) los virus tengan la capacidad de generar
casos graves de enfermedad y 3) se transmitan de persona a persona de manera
eficaz, asistiremos a nuevas epidemias. LA REFLEXIÓN. Un fenómeno biológico que
nos obliga a repensarnos La pandemia de COVID-19 viene a dar un baño de
realidad a la humanidad en el siglo XXI, a la mayoría de los hombres y mujeres
que teníamos hasta aquí la falsa premisa de vivir en un mundo casi estático,
dónde nuestra especie -a la que incluso abstraíamos de la propia Naturaleza
como si hubiera sido fruto de la generación espontánea- tenía el dominio
absoluto de su medio, la capacidad de encontrar la solución a todo por medio de
la tecnología, y donde las crisis que nos preocupaban eran de tipo económicas
y/o políticas, dos construcciones meramente humanas.
Nos consideramos el centro
del Universo, pero claramente estamos muy lejos de serlo.
Coronavirus: un gato en Hong Kong es el segundo felino infectado del mundo
Nuestra cultura e interpretación del mundo nos llevó a minimizar y
despreciar el entendimiento sobre la Naturaleza y el Universo. Lo que pensamos
que como humanidad dominamos son cosas muy menores respecto a las fuerzas de la
Vida y el Cosmos que nos rodean.
Nos debiéramos enterar que no podemos evitar
ni terremotos ni erupciones volcánicas, que tampoco dominamos los grandes
asteroides que se acercan a nuestro Planeta y que no podemos evitar la
aparición de nuevas enfermedades. Respecto a la vida y las condiciones
ambientales del planeta que habitamos las sabemos destruir, pero no tenemos la
capacidad de dominar sus consecuencias.
Hemos moldeado y estructurado así
nuestra sociedad y nos manejamos a menudo a nivel individual como si fuéramos a
vivir para siempre. Hablamos de “nuestra casa”, “nuestro auto” cuando en
realidad sólo seremos temporariamente propietarios en el mejor de los casos.
Pero si sería cierto hablar de “nuestra vida”, “nuestra especie”, “nuestros
hijos” y “nuestra salud”. Respecto a la pandemia de COVID-19, cualquier persona
cercana a las ciencias naturales y biomédicas podrá decir que con seguridad no
será la última y tal vez tampoco la más grave pandemia de este tipo que azotará
a la humanidad.
Nosotros no podemos saber cuándo aparecerá otra nueva
enfermedad que nos acorrale, pero si podemos aprender a decidir mejor nuestras
prioridades como sociedad y dónde pondremos tras esta experiencia mundial
nuestros mayores y mejores esfuerzos.
Una crisis sanitaria como la que vivimos
hoy nos debe hacer reflexionar sobre lo relativo que es el valor que asignamos
a la mayoría de las cosas y como lo que es más esencial para nuestras vidas lo
hemos desvalorizado y hasta despreciado, es tal nuestro egocentrismo que
consideramos más valiosas las cosas que nosotros creamos que los elementos que
necesitamos para nuestra existencia misma a los cuales contaminamos: el agua,
el aire, el suelo.
Nos debiéramos preguntar que nos ciega tanto para que lo
obvio no resulte tan obvio, para que el sentido común parezca el más escaso de
los sentidos. Nos debiéramos preguntar qué mal nos aqueja en esta sociedad del
consumo para no darnos cuenta de tantas cosas que estamos haciendo muy
torpemente. Es hora de una reflexión global para repensar el rumbo que deseamos
transitar como humanidad. EL FUTURO. Será diferente, pero ¿cuán diferente?
Muchas personas reflexivas, con más o menos argumentos, dan por sentado que
esta crisis sanitaria global generada por la pandemia de COVID-19, con su
consecuente crisis socio-económica, traerá cambios.
Es probable que así sea
dado que este tipo de crisis globales suelen acelerar procesos históricos. Que
se acelere la incorporación de tecnología a nuestras vidas; que cambie el mundo
del trabajo; que modifique las modalidades de estudio y tal vez estimule otra
preferencia de carreras universitarias; que el rol del Estado en muchos países
se vea fortalecido; que avance la tecnología aplicada a la medicina, vigilancia
y el funcionamiento en los grandes aglomerados urbanos; y que tenga seguramente
un impacto en las relaciones humanas cuyo alcance e implicancias aún es
prematuro dilucidar.
La historia apoya con sus ejemplos esa probabilidad. Por
tomar un ejemplo la peste negra a la cual nos hemos referido anteriormente, se
originó en Asia, avanzó durante diez años, cruzó los montes Urales y llegó a
Europa en el año 1347. Se estima que el saldo fue de veinticinco millones de
víctimas humanas en Europa, cuarenta millones en África y sesenta millones en
Asia, totalizando aproximadamente para ese entonces un 10% de la población
mundial.
l paso de la peste tuvo sus consecuencias, marcó el rumbo de la
historia. Empezó a cambiar una forma de pensar. Ganó terreno el humanismo
respecto del teocentrismo (Dios en el centro de todo) y poco tiempo después se
inició el Renacimiento, florecieron las artes en el Viejo Mundo, desapareció el
feudalismo y surgió el mercantilismo que creció hasta la Revolución Francesa.
Las pandemias y epidemias que aterrorizaron a la humanidad en los últimos 100
años Algunos ejemplos de la historia, como el que acabamos de mencionar,
muestran que la humanidad se hace grandes replanteos y logra importantes
progresos luego de atravesar profundas crisis que han tenido a las epidemias y
los conflictos bélicos como protagonistas.
Damos casi por descontado que habrá
cambios en nuestra sociedad y que esos cambios sanitarios, sociales,
económicos, políticos, educativos y culturales moldearán a nuestra sociedad (al
menos Occidental) para los próximos años. Ojalá esta vez podamos tomar
conciencia de lo que realmente importa. Empecemos a valorar nuestra propia vida
y el ambiente sano que necesitamos para vivir. Empecemos a pensar que es
posible otro modelo económico y social para el desarrollo, que salgamos del
falso mito de que el bienestar requiere de un desarrollo que necesariamente
convierte a los bienes que nos ofrece la Naturaleza en desechos que rebalsan
los basurales y contaminan el aire, el agua y el suelo. Empecemos a preocuparnos
y ocuparnos de estar mucho mejor preparados para afrontar este tipo de crisis
sanitarias; a preocuparnos seriamente por el cambio climático y la extinción de
especies, por la necesidad de respetar los ambientes naturales y la vida
silvestre. O en caso contrario nos deberíamos simplemente dejar de llamarnos a
nosotros mismos “seres racionales e inteligentes”, porque habremos demostrado
que no lo somos.
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