Una represa etíope amenaza el control egipcio del Nilo
Por DECLAN WALSH y SOMINI SENGUPTA
Etiopía construye una represa hidroeléctrica de 4.500 millones de dólares. Egipto teme que reduzca sus suministros de agua. Trump está mediando.
La represa
hidroeléctrica que está construyendo Etiopía forma parte de su impulso para ser
reconocida como potencia emergente. Foto: Laura Boushnak para The New York
Times.
MINIA, Egipto — El agricultor egipcio estaba de pie
en su campo arrasado por el polvo, lamentando su suerte. Hace unos cuantos
años, invernaderos llenos de trigo y tomate cubrían la tierra. Ahora el
desierto se acercaba poco a poco. “Mire”, dijo, señalando el suelo arenoso. “Tierra infértil”. El agricultor, Hamed Jarallah, atribuía sus
desgracias a la menor irrigación del
sobrecargado Nilo, el río en el corazón de la
mismísima identidad de Egipto. El río ya es presa de la contaminación, el
cambio climático y la creciente población de Egipto, que oficialmente llegó a
100 millones de habitantes este mes.

Más del 95 por ciento de los egipcios viven cerca
del río Nilo o su delta. Un proyecto de una presa etíope está despertando el
temor de que sus vidas estén en riesgo. Foto: Laura Boushnak para The New York
Times.
Y ahora, añadió Jarallah, se asomaba una nueva
calamidad. Una colosal presa hidroeléctrica que
está siendo construida en el Nilo,
a 3.200 kilómetros río arriba, en las tierras bajas de Etiopía, tiene
programado empezar a llenar su embalse este verano. Y amenaza con constreñir
aún más el suministro de agua de Egipto. “Estamos preocupados”, dijo Jarallah. “Egipto no existiría sin el Nilo. Nuestro sustento está siendo destruido. Dios nos
ayude”. La disputa
entre Egipto y Etiopía por la Gran Presa del Renacimiento Etíope, de 4.500 millones de dólares, se ha vuelto
una preocupación nacional en ambos países, avivando el patriotismo, los temores
muy arraigados y hasta rumores de una guerra. Para los etíopes, la presa es un preciado símbolo
de sus ambiciones: un megaproyecto con el potencial para iluminar millones de
hogares, ganar miles de millones de dólares por ventas de electricidad a países
vecinos y confirmar el lugar de Etiopía como
una creciente potencia africana.
Después de años de progreso a tropezones, incluyendo escándalos de corrupción y
la misteriosa muerte del principal ingeniero de la obra, las primeras dos
turbinas están siendo instaladas. En Egipto, la presa es vista como la más
fundamental de las amenazas. 

Una represa suministrará energía para la creciente
economía de Etiopía. Las Cataratas del Nilo Azul, cerca de la fuente del Nilo
Azul. Foto: Laura Boushnak para The New York Times.
“El Nilo es una cuestión de vida, un asunto de
existencia para Egipto”, dijo el presidente Abdel Fattah el-Sisi en Naciones
Unidas, en septiembre. Durante ocho años, funcionarios de Egipto, Etiopía
y Sudán, que se ubica entre ambos, pelearon a causa de la presa. El 95 por ciento de los egipcios vive a lo largo
del Nilo o en su delta, y el río
proporciona casi toda su agua. Les preocupa que la presa en Etiopía se
llene demasiado rápido y pueda reducirles el abasto de agua. En noviembre, en un último y desesperado
esfuerzo, las conversaciones se reubicaron
a Washington, donde la Casa Blanca ha sido mediadora. En enero, Seleshi Bekele, ministro de Agua de
Etiopía, calificó a los reclamos de Egipto sobre el Nilo como “la cosa más
absurda que se haya oído”. Durante milenios, los egipcios fueron los amos
indiscutidos del Nilo, aprovechando el río para construir
imperios antiguos y repúblicas modernas. Los faraones adoraban a los cocodrilos
y utilizaron al Nilo para transportar los bloques gigantescos de granito para
la Gran Pirámide de Giza. En 1970, el líder post-independencia de Egipto, Gamal
Abdel Nasser, supervisó la terminación de la Presa Alta de Asuán, que controló
los flujos de temporada del Nilo y transformó la agricultura egipcia. El País
justificó su dominio sobre el río citando un tratado de la era colonial y un
acuerdo de 1959 con Sudán. 

Los habitantes de Asuán, como el 95 por ciento de
los egipcios, dependen del Nilo como fuente de agua. Foto: Laura Boushnak para
The New York Times.
Sin embargo, Etiopía no reconoce ni uno ni otro. Su
ex líder, Mengistu Haile Mariam, propuso construir una serie de presas en 1978.
El presidente de Egipto en ese entonces, Anwar Sadat, respondió: “no vamos a
esperar a morir de sed en Egipto. Iremos a Etiopía y moriremos allí”. La Presa del Renacimiento abarca el Nilo Azul, el
principal afluente del Nilo. El joven Primer Ministro de Etiopía, Abiy Ahmed,
insiste en que los temores respecto a su impacto son
exagerados. Tras asumir el cargo en 2018, voló
a El Cairo para ofrecer garantías. “Prometo que no afectaremos el suministro de agua
de Egipto”, aseguró. Pero para el otoño pasado, volvieron a surgir
preocupaciones y Abiy ofreció una advertencia inquietante. “Ninguna fuerza podría evitar” la conclusión de la presa,
dijo a legisladores etíopes en octubre, menos de dos semanas después de ganar
el Premio Nobel de la Paz por resolver el largo conflicto de su país con
Eritrea. Añadió que si se necesitara, tendría “millones
listos” para una guerra con Egipto. Mientras las dos naciones discuten por la presa,
los hidrólogos dicen que las amenazas
más apremiantes que enfrenta el Nilo provienen del crecimiento poblacional y
del cambio climático. La población de Egipto aumenta en
un millón cada seis meses, una tasa que la ONU predice que causará escasez de
agua para 2025. El creciente nivel de los mares también amenaza con mermar la
costa baja de Egipto y ayudar a empujar el agua salada tierra adentro,
arruinando la tierra fértil. El clima cada vez más volátil es otro riesgo. Aguas negras fluyen al Nilo y la basura obstruye
los canales de riego. Sucesivos líderes egipcios se han dado gustos con
impresionantes proyectos que se alimentan del río, incluyendo El-Sisi, que
construye una nueva capital administrativa en el desierto en las afueras de El
Cairo, lo que diezmará aún más el Nilo, opinan los expertos. La presa se ha vuelto el centro de las
preocupaciones de Egipto por el agua. La
principal disputa con Etiopía es qué tan rápido debería llenarse. Etiopía señala que en sólo cuatro años, pero
Egipto, temiendo una sequía durante el período de llenado, ha argumentado a
favor de 12 años o más. Más allá de los argumentos técnicos, la disputa es impulsada por la política. El-Sisi, un dictador militar, es sensible a las
sugerencias de que se muestra suave en cuanto a la seguridad de Egipto. Abiy,
que enfrenta elecciones este año, está bajo la presión de etíopes comunes, que
ayudaron a financiar la presa al comprar bonos del gobierno. Más ampliamente,
necesita cumplir con un proyecto prestigioso. Etiopía
tiene una de las economías de más rápido crecimiento del mundo. La presa le da la oportunidad de convertirse en
el exportador de energía más grande de África. Y, al igual que en Egipto, el
Nilo es crucial para la identidad del país. En 2018, Semegnew Bekele, el gerente de proyecto de
la presa, dijo que esta empresa “erradicaría a nuestro enemigo en común: la
pobreza”. Poco después, fue encontrado muerto en su auto, con una herida de
bala en la cabeza. La Policía dictaminó que fue un suicidio. Semanas
después, Abiy despidió al principal
contratista de la presa por acusaciones de corrupción generalizada. Pese a los reveses, los etíopes dicen estar a punto
de terminar la presa. Empezaron a construirla en 2011 en lo más álgido de la
Primavera Árabe, y las hostilidades acosaron al proyecto desde el
principio. En 2013, una transmisión por televisión mostró a líderes de
Egipto debatiendo sobre tácticas encubiertas para echar por tierra la presa,
incluyendo un ataque con bomba. Los etíopes dicen que los egipcios los tratan con
una prepotencia que se remonta a una fallida invasión egipcia de Etiopía en la
década de 1870. En octubre, un
negociador etíope acusó a Egipto de buscar convertir su país en una “colonia
hidrológica”. El-Sisi insiste en que desea una resolución
pacífica, emprendiendo una ofensiva
diplomática para ganarse el apoyo de los vecinos de Etiopía. El Museo del Nilo, inaugurado en 2016, enfatiza
los lazos de Egipto con sus “hermanos africanos”. Adentro, una cascada
simboliza al Nilo avanzando por 10 países africanos antes de llegar a Egipto.
Sin embargo, Egipto también ha fomentado lazos con adversarios de Etiopía, al
enviar armas a Sudán del Sur, señalan investigadores de la ONU. En Etiopía, las
autoridades han acusado a Egipto de patrocinar protestas y rebeliones armadas,
acusaciones que El Cairo niega. En las conversaciones, El-Sisi está en desventaja —entre más tarden las negociaciones, más se
acerca Etiopía a terminar la presa. La
mano de Abiy se ve fortalecida por el creciente poder geoestratégico de Etiopía. En los últimos años, muchos países han competido
por influencia en el Cuerno de África. Etiopía, el país más poblado de la
región, con más de 100 millones de habitantes, es central para esos cálculos.
Logró una importante victoria en las negociaciones en torno a la presa cuando
convenció a Sudán, que tradicionalmente respalda a Egipto, de estar de su lado. Las negociaciones, mediadas por la Casa Blanca y el
Banco Mundial, no han salido como Egipto había esperado, dicen diplomáticos occidentales. A pesar de los
lazos estrechos entre Trump y El-Sisi, Egipto ha tenido que ceder a demandas
clave en materia del Nilo. Sin embargo, ministros etíopes reconocen que Trump
también los presiona a ellos para que lleguen a un acuerdo. El Nilo termina su serpenteante trayecto de 6.400
kilómetros por África en Ras el-Bar, en la costa norte de Egipto, donde se
vacía al Mediterráneo. Una mañana, Ahmed el-Alfi, de 16 años, se paró en la
orilla rocosa del río para pescar camarones. No estaba muy enterado de las
negociaciones con Etiopía, pero podía ver los problemas del río por sí mismo .“El mar es transparente, pero el Nilo está sucio”,
dijo. Y, sin embargo, añadió que Egipto no tenía opción más que luchar por él."
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