Los simios pueden tener la clave de la generosidad humana
Bonobos adolescentes y adultos rescatados
en la reserva Lola Ya Bonobo, en la República Democratica del Congo.
¿Cuán generoso es
un simio? Esta es una pregunta difícil de responder para los científicos, pero
la respuesta podría decirnos mucho sobre los humanos. En todas las
culturas, la gente puede ser generosa, ya se trate de prestar un teléfono
celular a un colega del trabajo o compartir una pierna de antílope con una
familia hambrienta.Credit¿Cuán generoso es
un simio? Esta es una pregunta difícil de responder para los científicos, pero
la respuesta podría decirnos mucho sobre los humanos.En todas las culturas, la
gente puede ser generosa, ya se trate de prestar un teléfono celular a un
colega del trabajo o compartir una pierna de antílope con una familia
hambrienta.
Aunque abundan los
ejemplos de nuestra capacidad para desencadenar guerras y violencia, los científicos
ven nuestra generosidad como una característica sobresaliente de nuestra
especie. “Algo que distingue al ser humano es lo serviciales que somos”,
comentó Christopher Krupenye, investigador del comportamiento de los primates
de la Universidad de Saint Andrews, en Escocia.
Esta generosidad
puede haber sido fundamental para la supervivencia de nuestros primeros
ancestros, quienes vivían en pequeños grupos de cazadores y recolectores.
“Cuando nuestros
propios intentos de encontrar comida son infructuosos, confiamos en que otros
compartan su comida con nosotros; si no lo hicieran, moriríamos de hambre”,
explicó Jan Engelmann, investigador de la Universidad de Gotinga.
Para entender el
origen de este impulso —conocido como prosocialidad—, varios investigadores han
recurrido a nuestros parientes vivos más cercanos. Por ejemplo, un nuevo
estudio que involucra a bonobos sugiere que las raíces de la generosidad humana
son profundas, pero que solo lograron florecer plenamente en el curso de la
evolución de nuestra especie.
Hace unos siete
millones de años, nuestro linaje se separó del de los ancestros de los
chimpancés y sus primos, los bonobos. Los chimpancés y los bonobos tienen un
ancestro en común que vivió hace unos dos millones de años.
Estas dos especies
estrechamente relacionadas de simios lucen casi idénticas para el ojo
inexperto. Sin embargo, han desarrollado algunas diferencias interesantes en su
comportamiento, incluyendo qué objetos —comida o herramientas— los motivan a
ser generosos.
Hace poco, Krupenye
y sus colegas pusieron a prueba la generosidad de los bonobos que habitan en el
santuario Lola Ya Bonobo, en la
República Democrática del Congo.
Resultó que sí eran
generosos… en cierta medida. Los investigadores diseñaron un experimento que
podría darnos pruebas contundentes de que los bonobos pueden regalarse cosas
por pura generosidad, más que por sentirse presionados a hacerlo o a cambio de
algún tipo de recompensa inmediata.
“¿Lo harían de no
haber un beneficio de por medio?”, se preguntó Brian Hare, primatólogo de la
Universidad Duke, quien ayudó a dirigir el estudio.
Para su
experimento, los investigadores aprovecharon el hecho de que los simios de la
reserva Lola Ya Bonobo han aprendido a abrir nueces de palma con piedras. Sin
una piedra, tienen que roer las nueces por un largo rato a fin de quitarles la
cáscara.
Los científicos
colocaron a un bonobo en una jaula con cinco nueces. En una jaula contigua,
había otro bonobo —a quien el primero no conocía— que tenía dos piedras, pero
no nueces. Las jaulas estaban conectadas por una ventana.
Los bonobos podían
intercambiar objetos a través de la ventana o ignorar a su vecino.
Los investigadores
descubrieron que los bonobos que tenían las nueces fueron generosos. En el 18
por ciento de las pruebas, los bonobos con las nueces pasaron una a su vecino
por la ventana, una tasa que demostró su disposición a compartir alimento con
los demás.
Sin embargo, los
bonobos en la otra jaula casi nunca correspondieron el favor. Se negaron a
compartir una de sus piedras.
En otro
experimento, Krupenye padeció en carne y hueso su falta de generosidad. Cada
bonobo se sentaba en una jaula, con un muro de malla que colgaba frente a la
puerta al pasillo. Un colega deslizaba un palo hacia adentro de la jaula de
manera que quedara cerca del bonobo y se iba.
Luego Krupenye
aparecía en la puerta y le pedía la vara. Estiraba el brazo, repitiendo
lastimeramente el nombre del bonobo.
Los bonobos casi
nunca le pasaron la vara a Krupenye. De hecho, algunas veces parecieron jugarle
una broma.
“Asomaban la vara
un poco por la malla y luego la jalaban hacia ellos cuando yo trataba de
alcanzarla”, comentó Krupenye.
El 12 de
septiembre, Krupenye, Hare y su coautor, Jingzhi Tan, de la Universidad de
California, campus San Diego, publicaron sus
resultados en la revista especializada Proceedings of the Royal
Society.
“Es un resultado
verdaderamente sorprendente”, manifestó Felix Warneken, un psicólogo de la
Universidad de Michigan que no participó en el estudio. Lo que lo hace
sorprendente es que en los estudios en los que los chimpancés están en las
mismas situaciones, hacen lo contrario.
“Los chimpancés son
verdaderamente renuentes a regalar comida”, afirmó Warneken. Por el contrario,
son generosos cuando se trata de herramientas. Les dan piedras a los demás
chimpancés. En el experimento en el que se pedía la vara, ayudan a los humanos.
“La misma especie
que no te ayuda a conseguir comida, te ayuda a conseguir un objeto”, comentó
Hare.
Es posible que los
caminos evolutivos de los bonobos y de los chimpancés hayan moldeado su
generosidad. Los chimpancés viven en hábitats donde la comida suele escasear.
Tienen que competir por ella y en ocasiones distintos grupos de chimpancés
entran en conflictos por el territorio.
Los chimpancés
también han aprendido muchas estrategias astutas para usar herramientas a fin
de obtener alimento. Además de abrir las nueces con piedras, algunos chimpancés
matan monos con lanzas de madera. Otros consiguen termitas con palos
cuidadosamente adaptados para este fin.
Los bonobos, en
cambio, viven en bosques donde la comida es mucho más abundante. “Es el
paraíso: la comida cae de los árboles”, explicó Warneken.
Al adaptarse a este
ecosistema, los bonobos pueden haberse vuelto más tolerantes. Reconocen el
valor que tiene la comida para los demás y no sienten la urgencia de
acapararla.
No obstante, los
bonobos también parecen menos aptos para usar herramientas. En la naturaleza
nunca se les ha observado cascando nueces con una piedra ni pescando termitas
con un palo.
“Puede que
simplemente no tengan una comprensión profundamente arraigada de las
herramientas”, comentó Warneken.
Es posible que los
chimpancés sean incapaces de anular sus tendencias egoístas sobre la comida.
Por otra parte, manifestó Warneken, quizá reconocen la importancia de las
herramientas para otros chimpancés.
Warneken y otros
investigadores han realizado estudios similares con niños y descubrieron que
hasta los bebés ofrecen de manera espontánea tanto comida como objetos a los
adultos.
El trabajo de
Krupenye y otros investigadores deja en claro que los humanos no son únicos en
su generosidad. Es posible que nuestro ancestro común con los bonobos y los
chimpancés ya fuera prosocial, al menos en cierta medida. Además, ahora nuestra
generosidad va más allá de lo que él y otros investigadores observan en
nuestros parientes más cercanos.
“Somos muy buenos
para darnos cuenta cuando otros individuos pueden beneficiarse de algo”, afirmó
Hare.
Esta versatilidad
puede haber evolucionado de manera muy temprana en nuestro linaje y dio lugar a
características que nos alentaron a compartir más. Esto hace que niños que
apenas están a aprendiendo a caminar tengan inclinaciones generosas sin que se
les enseñen.
Warneken hace notar
que alrededor de los 5 años, los niños se vuelven más conscientes de sus
acciones prosociales. Saben que ser generosos es bueno para su reputación.
Es posible que,
después de que nuestros ancestros desarrollaron la tendencia a ser generosos,
también hayan desarrollado un cerebro capaz de entender las normas. A su vez,
los humanos lograron identificar los beneficios de esta práctica.
“Ya no se
trata del mismo tipo de motivación que encontramos en otros animales”,
concluyó. “Ahora hay una especie de obligación de compartir con los demás”.
Comentarios
Publicar un comentario