Viaje al fondo del mar: Una mega misión para estudiar la vida oceánica .Por Marcelo Bellucci Es un poderoso laboratorio semi sumergible que investigará la vida hasta los 6 mil metros de profundidad.
Viaje al fondo del mar: Una mega misión para estudiar la vida oceánica
Por Marcelo Bellucci. Clarín 12/12/13
Es un poderoso laboratorio semi sumergible que
investigará la vida hasta los 6 mil metros de profundidad.
Una plataforma de investigación permanente.
El 70% del planeta está ocupado por el agua. Como los humanos lograron explorar apenas el 10% de ese espacio, el proyecto SeaOrbiter, un laboratorio semisumergible, se propone ensanchar la brecha. Con un trazado entre el Nautilus de Julio Verne y la Enterprise –nave insignia de Viaje a las estrellas– la embarcación está dotada de la tecnología más avanzada para la investigación del medio marino. Mide unos 58 metros, 31 de los cuales están bajo el nivel del mar y pesa unas 1.000 toneladas.
El SeaOrbiter, cuyo eslogan es “una nueva
aventura para explorar los océanos”, está dirigido por el arquitecto francés
Jacques Rougerie, el oceanógrafo Jacques Piccard y el astronauta Jean-Loup
Chrétien. Su construcción comenzó en 2011 y soltará amarras para el año
próximo. Fue diseñado para flotar en posición vertical y navegar siguiendo las
corrientes oceánicas. Tiene dos hélices que le permiten modificar su
trayectoria y maniobrar en aguas confinadas. Además, cuenta con capacidad
energética propia para soportar fuertes tormentas, detectar y esquivar otras
embarcaciones.
Como si se tratara de una nave espacial, se
espera que el SeaOrbiter provea a los especialistas en biodiversidad marina,
control biológico, oceanográfico y climático, una plataforma móvil de
investigación residencial bajo la superficie de los océanos. La estación
dispondrá de laboratorios, talleres, habitaciones y una terraza a presión para
apoyar a los buceadores y submarinos.
Las similitudes con las estaciones espaciales van
más allá. La nave cuenta con un simulador como los que hay en el espacio. La
conexión espacial del SeaOrbiter también incluye el apoyo de la Agencia Espacial
Europea, la participación de Dan Goldin, ex administrador de la NASA y de otras
organizaciones industriales que aportan tecnología.
“En cuanto se sale al medio acuático, los
gestos, los movimientos y la ergonomía se parecen al espacio”, sintetizó
Rougerie. A diferencia de un submarino, que vuelve regularmente a la superficie,
o un buque oceanográfico, que hace sondeos periódicos desde la superficie, el
nuevo aparato permitirá observar lo que ocurre en las profundidades en forma
permanente. Algunos niveles tendrán una cabina presurizada que permitirá a los
buzos vivir durante largos períodos en profundidad y hacer frecuentes
excursiones.
“El SeaOrbiter es la síntesis de todo lo que
fuimos capaces de hacer en el mar: un hábitat que se mueve y un punto de
partida para la investigación y la exploración submarina. No va a sustituir a
los barcos oceanográficos o submarinos de exploración. Es otra manera de
explorar y comprender mejor el Universo bajo el agua y llevar la vida humana en
el mar a otro nivel, en períodos más largos, 24 horas al día, 7 días a la
semana”, sostuvo Rougerie.
Entre los estudios principales que se podrán
emprender desde este centinela de las profundidades están las medidas de
temperaturas del océano, salinidad, concentración de CO2, y sobre todo el
estudio de la biodiversidad. Las observaciones se harán a través de ojos de
buey y ventanales con un cristal altamente resistente. Habrá proyectores para
iluminar los fondos marinos y cámaras robots controladas de forma remota, que
filmarán hasta 600 metros
de profundidad.
Sus 58 metros de aluminio se dividen en 12 niveles,
repartidos igualmente entre 27
metros sobre la línea de flotación y 31 metros por debajo de
esta. Cuando el laboratorio se acerque a puerto, su calado podrá reducirse
hasta los 8 metros.
El arquitecto Rougerie se inspiró en otros
exploradores del mar como el Calypso de Jacques Cousteau y el Tektite, el
laboratorio en forma de cápsula empleado por la oceanógrafa Sylvia Earle en
1969, quien también forma parte de este proyecto. Una vez terminado, se
dirigirá a Mónaco, donde justamente Cousteau comenzó sus misiones.
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