UNA VENTANA A LA VIDA EN CUEVAS SUBMARINAS

Una ventana a la vida en cueva submarinas

Muy por debajo de las ruinas mayas y la selva que cubre la Pla. de Yucatán en México, el arqueólogo Arturo González se abre camino por laberintos inundados para encontrar pruebas de la presencia de seres humanos en la región antes que la última glaciación hiciera aumentar los niveles del mar que inundó esas cuevas. Su empeño para sacar la verdad a la superficie aporta nuevos conocimientos sobre la vida prehistórica.

La Pla. de Yucatán es una gran planicie donde no hay cursos de agua superficiales pues las últimas lluvias saturan el terreno, el agua se infiltra rápidamente por las rocas calcáreas y fluye hacia el mar por corrientes subterráneas.

El terreno está salpicado de dolinas inundadas-cenotes, como se les llaman en México-que se formaron por el colapso de los techos de cuevas subterráneas y cuyas paredes están cubiertas de enredaderas.

Durante siglos, estas entradas daban a los habitantes acceso al agua potable y la inaccesibilidad a la profundidad de las cuevas mas allá de esas entradas a trajo a aventureros pero dificultades de orden físico limitaban la distancia a la que podían llegar. Ahora bien, en los últimos años, el avance tecnológico en equipos submarinos facilitó el desplazamiento de los buzos que pudieron avanzar más por las redes de tenles oscuros que se ramifican entre las cuevas inundadas y comenzaron a emerger informes sobre este mundo oscuro subacuático que encierra restos de animales y seres humanos.

En 1999, Arturo González, arqueólogo mexicano que trabaja con el Instituto Nacional de Antropología e Historia, decidió iniciar el examen sistemático de las cuevas inundadas. Reunió un equipo de 20 investigadores- arqueólogos, paleontólogos, buzos y fotógrafos-quienes hicieron recorridos submarinos de hasta seis horas superando dificultades técnicas y físicas. En esas profundidades, este quipo multidisciplinario encontró tres esqueletos humanos y con sumo cuidado los trasladó a la superficie donde podrían conservarse y e examinarse. El hallazgo causó estupor en la comunidad científica.

Posiblemente, esos esqueletos sean más viejos que los demás restos humanos encontrados en el continente americano. Según estimaciones de tres laboratorios extranjeros, uno de ellos podría tener más de 11.600 años. Además, ninguno de los tres presenta similaridades con los mayas que llegaron a dominar la región miles de años después y de los cuales se encontraron restos y artesanía cerca de la entrada de los cenotes.

González considera que la morfología de los cráneos se asemeja a la de los pueblos de Asia Oriental.

Estos hallazgos están obligando a la comunidad científica a replantearse las teorías acerca del momento en que los seres humanos migraron por primera vez a América. “Lo que hemos descubierto es una pieza del rompecabezas de la evolución humana. Pero hay muchas otras piezas que están faltando en ese rompecabezas. Tenemos esta pieza, que es importante, pero el problema es que no encaja con otras piezas que nos permitan sacar conclusiones y saber cómo el Hombre venía colonizando el continente americano.”, explica González que a sus 44 años es director del museo del Desierto de la ciudad de Saltillo, al Norte de México.

González había aprendido a bucear durante sus estudios universitarios de biología, pero su fuente de inspiración fue un documental de la National Geographic sobre una antigua fogata que James Cooke, explorador submarino, había descubierto a 30 m de profundidad,


Para mi eso fue algo increíble. Las cuevas para mí siempre han sido un atractivo impresionante, ese espacio bajo la tierra que para muchos grupos indígenas significa la matriz de la madre. Cuando vi aquel documental, donde se habla de las fogatas bajo el agua, empecé a venir a estos lugares para conocerlos. Conocimos a James Cook, uno de los pioneros de la exploración de estos espacios, que nos mostró otro de sus hallazgos. Gracias a él, comenzamos a formar un proyecto y desde el ´99 hemos estado haciendo descubrimientos importantes y relevantes sobre la historia antigua del Hombre en las Américas”, cuenta González.






En la profundidad de las cuevas, González y sus colegas encontraron fósiles de camélidos, armadillos gigantes y especies extintas de caballos que datan de 10.000 a 60.000 años. Todos ellos pertenecen al Pleistoceno, cuando Yucatán estaba cubierta de pastizales y no de una extensa capa vegetal de bosque tropical. En una de las cuevas inundadas al Norte de Tulúm, cerca de la costa caribeña, los exploradores encontraron vestigios de una fogata donde las trazas de carbono de huesos quemados de camélidos permiten suponer que allí, la supervivencia de los humanos prehistóricos dependió en parte de la carne de esos animales que desaparecieron de la región a fines del Pleistoceno.

En aquella época, el nivel del mar era más de 100 metros inferior al de hoy en día. González supone que las cuevas no sólo servían de cocina rudimentaria sino de acceso a fuentes de agua. También hay pruebas contundentes de que los cadáveres se colocaban en cuevas especiales a mucha profundidad, tal vez, para protegerlos de depredadores naturales. Posteriormente, un brusco cambio climático trajo aparejado el rápido aumento del nivel del mar, así como de las aguas continentales intrínsicamente ligadas al mismo, y fuentes de agua, cementerios y cocinas fueron inundados y permanecieron ocultos hasta que los buzos y arqueólogos submarinos del equipo de González los descubrieron.

Sus hallazgos acrecentaron enormemente el interés por los cenotes, lo que llevó a González a trabajar con los habitantes de los pueblos cercanos para que protegieran del daño y el saqueo, esos tesoros excepcionales. También les alentó a que denunciaran la contaminación de las aguas subterráneas debido al ilimitado desarrollo turístico a lo largo de la denominada Riviera Maya.


Los fondos de los premios Rolex permitirán que el equipo de González prosiga su labor de investigación por lo menos otro año; el grupo prevé focalizarse en el cenote Cham Hol donde se descubrió un cuarto esqueleto que aun no se pudo recuperar ni analizar. González entiende que cuantos más esqueletos se examinen mas comparaciones se podrán hacer con restos humanos similares de otras partes del mundo y, tal vez, colocar más piezas en el rompecabezas de la historia de la humanidad. González añade que su equipo también pondrá todo su empeño en tratar de entender cómo vivían aquellos pueblos antiguos y, en particular, los distintos usos que le daban a las distintas cuevas, indicaciones que llevará a los investigadores a ir más allá del análisis del hueso para tener un mejor conocimiento de la vida prehistórica.
Mientras los conocimientos del pasado van aumentando, las dificultades de entrar y salir de esos intrincados laberintos siguen siendo una búsqueda peligrosa en aras de la ciencia y el descubrimiento. Las complicaciones de orden logístico y las múltiples combinaciones de equipos para reducir al mínimo los riesgos hacen que los largos y desorientadores recorridos submarinos sean agotadores física y emocionalmente. Por lo general, una expedición subacuática lleva seis horas: una para localizar la cueva que interesa, otra para realizar la investigación y las cuatro restantes para regresar y volver a la superficie, ya que a lo largo del recorrido hay que hacer paradas de descompresión. Aun no se ha inventado ningún sistema de comunicación subacuática que permita a los buzos de las cuevas estar en contacto con sus colegas en la superficie, por lo tanto, en caso de emergencia, deben arreglárselas solos, y arriba la espera puede resultar interminable.
“A mi me ha tocado estar en la superficie esperando, preocupado todo el tiempo, y prefiero estar con los que están bajo el agua buceando con los que están esperando al equipo afuera” comenta González, que muy pronto también iniciará estudios de doctorado en la Universidad de Heidelberg, Alemania, donde el tema de su tesis se basará en los importantes descubrimientos de Yucatán. A González le quedan por delante varios años de buceo en las cuevas.

Luís Albores, Director editorial de National Geographic Latinoamérica, lo califica de “científico muy serio” cuya labor destaca por” la minuciosidad y tenacidad”.Además, visto el floreciente desarrollo turístico de Yucatán, su proyecto es una verdadera carrera contrarreloj. Aun así, González estima que valen la pena, los riesgos que corren los buzos cuando se sumergen en esas ventanas acuáticas al pasado.
“Como habitante del continente americano, me interesa saber quienes fueron, de dónde llegaron y cuándo se dieron estos primeros pasos del Hombre en América. En estos sitios, uno puede encontrar contextos arqueológicos prácticamente como los que dejaron los hombres de la Edad del Hielo. Es una gran fortuna y una gran pasión poder llegar a descubrirlos y luego interpretarlos para traer una nueva información sobre la historia del Hombre.”






Paul Jeffrey.

Reproducido textualmente de la “Fuentes de inspiración: diez personas que trabajan por un mundo mejor.”

Edición española del tomo de la 13ª.Edición de los Premios Rolex a la iniciativa. 2008




Comentarios

  1. Sigan asi dando u buen ejenlpo para nosotros los estudiantes esas fotos son increibles

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